Teoría y práctica de la soltería: ¿solterones y divorciadas?

Teoría y práctica de la soltería: ¿solterones y divorciadas?

 

Seré siempre el que no nació para eso

seré siempre tan sólo el que tenía cualidades

seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta junto a una pared sin puerta

y cantó la cantinela del Infinito en un gallinero

y oyó la voz de Dios en un pozo cegado.

¿Creer en mí? No, ni en nada

 

Fernando Pessoa, Tabaquería



La cultura ha sido definida como una caja de herramientas con soluciones para los problemas de la vida cotidiana. A partir de lo que nos transmite nuestra cultura aprendemos guiones acerca de cómo debemos comportarnos en cada situación, de cómo queremos comportarnos si queremos conseguir unas u otras cosas. Como ya hemos visto en capitulos anteriores de la "Teoría de la Soltería", esas soluciones parece que no están funcionando en los mercados de emparejamiento actuales. Las estadísticas demuestran que la mayoría de la gente sigue queriendo estar en pareja, en algún tipo de pareja, aunque ciertamente no tiene que ser una pareja como la de nuestros padres o nuestros abuelos. Y, sin embargo, en la actualidad, muchos hombres y mujeres se sienten frustrados, no encuentra lo que quieren, aquello a lo que creen que pueden aspirar, una relación de pareja... como ellos quisieran (ya no se usa lo de "Como Dios manda").  O nuestra cultura no nos está creando expectativas realistas acerca de lo que podemos ser, de a lo que podemos aspirar, o lo que nos dice acerca de cómo nos debemos comportar si queremos tener uno u otro tipo de relación, sencillamente no funciona. Y plantearé aquí que, en vez de ayudar a la gente a encontrar las relaciones que quieren, nuestra cultura, en lo referente a cómo nos relacionamos hombres y mujeres en los mercados de emparejamiento, está generando un montón de frustración. Aunque hay personas satisfechas con las relaciones que tienen, también hay un montón de solterones, que no tienen pareja porque se sienten incapaces de conseguir una, y un montón de divorciadas,  que no tienen pareja porque las que tuvieron no les satisfacen.


Pero, ¿no tendría que haber tantos divorciados como divorciadas. Lo cierto es que los datos parecen sugerir que hay más divorciadas que divorciados. ¿Cómo se explica esto? Pensemos en un hombre que se casa, y tras divorciarse, se vuelva a casar con una mujer más joven, mientras que su mujer no se vuelve a casar (parece un estereotipo). Posteriormente el hombre se vuelve a divorciar, y se vuelve a casar otra vez. Tras unos años, se vuelve a divorciar, y ya permanecen en ese estado hasta que se divorcian tanto él como su última mujer. En ese caso, la estadística contaría tres mujeres divorciadas y tan sólo un hombre divorciado. Quizá haya habido dos hombres que nunca llegaron a casarse, que contarían como “solterones”. O sea, que ahora tendríamos un mundo con un montón de solterones, unos cuantos divorciados y un montón de divorciadas. 

 


En el mundo actual puede estar pasando que un hombre se casa, tiene un hijo con una mujer, luego se divorcia y tiene hijos con otra mujer. Y otros hombres, en el mejor de los casos, se tienen que conformar con casarse con la ex mujer de aquel hombre y contribuir a cuidar los hijos de aquel. No es por hacer “sociología del primo”, pero conozco muchos casos así: muchos de los hombres que conozco que han tenido hijos los han tenido con varias mujeres. Conozco muchos hombres que no han tenido hijos. Y sí, y también conozco algunos hombres que han tenido hijos con sólo una mujer, con la que siguen años después. ¿Cómo es esto posible? En el mundo de lo legal hay que recordar que esto es posible, en nuestro contexto, tan sólo desde antes de ayer: en España hay divorcio sólo desde 1981, y hasta bastante después el divorcio no dejó de llevar asociado el estigma social. Hasta hace bastante poco quien se casaba y luego se divorciaba estaba muy mal visto lo que, entre otras cuestiones, dificultaba que luego se volviera a casar. Y, en el mundo de las ideas, que es en lo que aquí me centraré, en las últimas décadas se han popularizado un montón de películas y novelas que animan a las mujeres a perseguir sus sueños, a no conformarse, y en el que una chica que se nos presenta como “normalita” acaba con un chico “cañón: desde Bridget Jones a La Boda de Muriel, pasando por Mi gran boda griega, ejemplos hay muchos. Si una mayoría de mujeres (todas las que pueden considerarse "normalitas) se acaban casando con una minoría de hombres (los que se pueden considerar "cañón"), nos acabaremos encontrando con muchas mujeres divorciadas, divorciadas de unos pocos hombres, y un montón de hombres que son solterones porque nunca llegaron a casarse. 



 Antes de entrar en faena permítaseme hacer un último experimento mental. Pongamos que hombres y mujeres, en función de sus múltiples atractivos, pueden ordenarse en una escala, de 0 a 10: si decimos de alguien que es un chico/a 10 todo el mundo se puede hacer una idea de a qué nos estamos refiriendo. Pongamos ahora que tanto hombres como mujeres se distribuyen de acuerdo a una curva normal: unos pocos 3, unas pocas 9-10, y la mayoría de la gente entre el 4 y el 6. Si decimos a todas las mujeres que no importa que sean un 3, que ellas se lo merecen y que pueden aspirar a un 9 (porque yo lo valgo, que decía el anuncio de Pantene), ¿qué pasará?



Que los pocos hombres que son un 9 tendrán un montón de mujeres donde elegir. Seguramente serán unos promiscuos, unos cabrones y muchos otros calificativos, por lo general no muy positivos, que muchas mujeres, a menudo, dedican a muchos hombres. Que las mujeres estarán convencidas de que es así, porque prácticamente todas ellas han tenido experiencias similares: desde la que es un 3 a la que es un 10, todas se han relacionado con los mismos chicos (“del 8,5 para arriba”, que siempre han tenido a un montón de mujeres donde elegir), y están de acuerdo en que “todos los hombres son así (son iguales)”. Y, obviamente, la historia de los hombres que están en la parte baja de la distribución no la cuenta nadie. Y antes de entrar en faena, un dato. Según se expone en el libro Dataclismo, de acuerdo con la base de datos de una aplicación de citas con millones de personas en Estados Unidos, los hombres dan una nota media de aprobado al conjunto de las mujeres, mientras que las mujeres dan una nota media al conjunto de los hombres. O, dicho de otra forma: entre gente que “quiere encontrar algo” (para eso se meten en la aplicación), las mujeres sólo “aprueban” a los hombres que destacan (unos pocos), mientras que los hombres (ya se sabe, les da igual, sólo quieren un cacho de carne) aprueban a la mayoría de las mujeres. 

 


 

El sábado pasado tras almorzar me puse delante del televisor. En la RTVE1 ponían Familia Anders. Bienvenidos al nido, una película alemana de 2023 en la que una chica que cumple 35 está muy enfadada con su novio, no recibe el regalo que éste le da, y cuándo éste le va a dar un beso retira la cara. Su marido es terapeuta de familia, pero su propia familia está teniendo un problema, porque, por lo visto, él está muy centrado en su trabajo y en sus intereses, y no colabora lo bastante en la familia. Me quedé dormido, y cuando desperté me sentí identificado: el chico, que quería a toda costa seguir con su relación, pedía perdón. Decía que todo era culpa suya, y que a partir de ahora se portaría mejor, y haría todo lo posible para que la relación siguiera adelante. Ese es el argumento simplificado de muchas de esas películas: una pareja tiene problemas, porque el hombre, muy centrado en si mismo, en sus necesidades y prioridades, no le da a la mujer lo que esta necesita. Al final, el hombre se de cuante de que él es el problema, se arrepiente, cambia su comportamiento y al final la película termina con un final feliz. No abundan las películas en que es la mujer la que dice No sos vos, soy yo ¿Por qué me sentí identificado? Porque cuando yo rondaba esas edades hubiera querido tener una pareja. Y apliqué la estrategia que en ese tipo de películas se veía: cuando una pareja no funciona es porque el hombre no pone lo bastante de su parte: lo que tengo que hacer es esforzarme más. Si hace 15 años lo hubiera hecho bien habría estado (continuado) en pareja, y no habría llegado a los 50, como dice el tango, "solo, fané y descangayado", es decir, como un solterón. Al igual que muchos hombres de mi generación, yo fui criado por una madre que hablaba mucho y por un padre que apenas hablaba. Además, como de muchos hombres de mi generación, llegado un determinado momento mis padres se divorciaron, el “culpable” era mi padre, y he vivido los últimos veintitantos años con una madre que se ha sentido como una víctima, a la cual el marco cultural de referencia le ha hecho creer que, efectivamente, las mujeres llevaban años siendo oprimidas, que nunca nadie las ha escuchado, y que ya es hora de que las mujeres se rebelen.



 

A diferencia de otros hombres de mi generación, yo fui criado como el menor, y tenía dos hermanas mayores. Recuerdo una ocasión, cuando mis padres se acababan de divorciar, en que mi madre estaba con unas amigas en un restaurante, y empezaron a criticar a un hombre que estaba allí comiendo con una chica mucho más joven. Nuestros marcos culturales de referencia nos enseñan que el que cuando varias mujeres se junten, y más si ya tienen una edad y han pasado por alguna ruptura de pareja, se pongan a despellejar a los hombres no es sólo lo normal: es que es casi lo obligatorio. Decían “es que podría ser su hija”. Por cosas de mi tesis, que estaba haciendo entonces, yo conocía a aquel señor. Y yo, que sólo había entrado al restaurante a acercarle una llave a mi madre no puede evitar decirles ¡Es que es su hija!  Este es el mundo que hemos creado. Si eres hombre, cuando tus hijas o sobrinas son pequeñas no podemos ser como los hombres de antes, los tiempos han cambiado, tienes que ocuparte de ellas y no dejárselo sólo a las mujeres, que se te vea con ellas es bonito, tierno. Pero cuando tu hija o sobrina crezca los tiempos seguirán siendo como los de antes: si te ven con ella, y ya es una mujer, lo primero que pensarán no “es su hija” sino “¡es que podría ser su hija!”.

 



 

¿Podría decirse que, en nuestra sociedad, en la actualidad, se tiende a pensar que en la inmensa mayoría de los casos cuando una pareja heterosexual se rompe es porque “el hombre no se ha portado lo bastante bien, que no ha tenido suficientemente en cuenta las necesidades de la mujer”? Supongo que la realidad será algo más complejo, seguro que hay muchos casos en que es así, otros en que es "culpa" de los dos y otros en que, si acaso, es "culpa de la mujer". Pero se tiende a simplificarlo todo. Las leyes, que en un sentido amplio son el reflejo de cómo piensa una sociedad, han experimentado un cambio importante en este terreno. Hasta no hace tanto en la mayoría de las sociedades en que se permitía la ruptura de parejas se asumía que ést, cuando se daba, era culpa de la mujer: la mujer no daba descendencia al varón, o no era una buena esposa, o no…. Ya sabemos, vivíamos en una sociedad muy machista, y aunque en muchos casos no era “culpa” de la mujer se tendía a asumir que así era. Advertencia: voy a ser polémico. Quizá este pensamiento ha tendido a invertirse. La forma en que en los últimos 40 años se han aplicado las legislaciones en este terreno, desde las custodias hasta la manutención o el régimen de tenencia de los hijos señalan que, en la mayoría de los casos se tiende a plantear, si quiera de forma implícita, que cuando una pareja se rompe el culpable es el hombre. Por eso la custodia se da, de manera mayoritaria, a las mujeres.

 




 

El domingo, tras almorzar me puse de nuevo delante del televisor. La película que pusieron esta vez en RTVE1 era Annie, sin miedo a vivir, una película alemana de 2020: pego el resumen en Film Affinity: “Annie no está satisfecha con su marido; no comparten las mismas preocupaciones, ni tienen sexo. Un fin de semana, en un spa con una amiga, Annie se acuesta con el joven monitor y se queda embarazada”. Y aquí lo que decía de la película la web de la propia RVE: “Hace años que Annie y su marido son solo amigos. Tras una aventura fugaz, se queda embarazada. Todos la juzgan, pero solo ella va a decidir su vida”. Tras quedarme durmiendo la siesta, ¿cómo terminaba la película? Annie tenía el hijo del monitor (que era mulato) pero al final su marido se arrepentía, se portaba bien y volvía con ella, y la película terminaba con una versión moderna y actualizada del “y fueron felices y comieron perdices”.  Si la cultura es una caja de herramientas con soluciones para los problemas de nuestra vida cotidiana, ¿ser el hombre que, según estos productos de ficción, quieren las mujeres te ayuda a conseguir pareja? Yo soy un solterón, es decir, alguien que ha estado mucho tiempo soltero: con cincuenta años he estado en pareja, en total, menos del 10% de mi vida (5 años). ¿Cómo llegas a convertirte en un solterón si desde los 30 quieres tener pareja (y, eventualmente, hijos) e intentas hacer todo lo que crees que debes hacer para conseguir lo que quieres, todo lo que tu cultura te ha dicho que deberías de hacer? Obviamente que la suerte influye. Pero también puede estar pasando que lo que tu cultura te dice que debes hacer no sean más que patrañas que no te ayudarán a conseguir lo que quieres conseguir. Con la perspectiva que da el paso del tiempo, diría que uno de los errores que he cometido es que he dedicado demasiado tiempo y esfuerzos a lo que, no importaba lo que pasara, no me iba a llevar a ningún lado. De ahí que me acordara del poema de Pessoa en que se decía aquello de “esperar que te abriesen la puerta junto a una pared sin puerta”. Y es que hay una diferencia importante entre la cultura, en el sentido de “herramientas para solucionar los problemas de la vida cotidiana” de cuando a mi madre la criaron a la cultura en de las mujeres con las que yo me he relacionado. “Sé un buen chico, que al final eso es lo que cuenta, alguna se acabará dando cuenta y lo valorará”. Eso, que me decía mi madre que funcionaba, ¿funciona ahora?

 

 




Y ya el lunes, para acabar de terminar con el repaso a los modelos de pareja que nos presenta la ficción contemporánea vi en Neox “Date Movie”, una parodia de las películas sobre el tema que en buena medida han contribuido a la manera en que hemos creído que deberían de ser las parejas. La película empieza con una cita a El diaro de Bridget Jones, en que la protagonista afirma que cómo cree en el amor verdadero no acabará siendo una solterona rodeada por gatos (yo he acabado siendo solterón, pero los hombres no tenemos gatos). Luego pasa a hacer referencia a Mi gran Boda Griega, donde la protagonista afirma que, aunque sabe que no es una belleza no piensa resignarse. Esa parte me tocó la fibra sensible, porque hacía referencia a cómo es importante, en algunos casos emparejarte con alguien de tu cultura: yo por entonces estuve con una chica de origen hindú, que con el tiempo acabaría casándose y teniendo un hijo con un hindú. Éste cumplía tanto con todo lo que tradicionalmente se podía esperar de un marido hindú que apenas colaboraba en la casa ni en la crianza, y ella acabó convirtiéndose en una divorciada más. Date movie sigue luego con alusiones a Hitch, ideas acerca de que un beso te contará lo que necesitas saber, de que puedes encontrar a la persona correcta, al “caballero de la armadura oxidada” y cosas por el estilo. Y se da una especie de transformación, que no se sabe muy bien cómo interpretar, en que una mujer fea y gorda se transforma para cumplir unos mínimos patrones de belleza. 


 

Luego se pasa a aludir a un reality show, “The Bachelor”, que supongo que habrá sido muy criticado: no sólo es machista en el sentido de que el hombre elige. Sino que no hay ningún cuestionamiento de que sea normal que toda mujer quiera tener lo que tradicionalmente se ha considerado que tiene que ser un chico 10. A nuestras abuelas quizá les decían, con otras palabras: asúmelo, eres un 5, no pretendas casarte con un 9,5. Sin embargo, en todo el género de las "date movies" se nos cuentan historias en las que mujeres que, siendo “guapillas” se nos presentan como “normales”, pueden (y deben) aspirar a “chicos 10”. De hecho, parece que el mensaje implícito que se les manda a las mujeres es: "y conformarte con menos que un 10 es traicionar a la causa de las mujeres, que durante tanto tiempo han estado oprimidas". Luego se alude a “The restaurant”, que imagino que es lo que en España se convirtió en “First Dates”. Y luego se alude a Cuando Harry encontró a Sally, a mí, más que la imagen del orgasmo fingido, que me quedó claro que las mujeres tienden a fingir el orgasmo para complacer a sus parejas, me hizo recordar la promesa que a finales de los 90, principios de los 2000, nos trajo el mundo on- line, en películas como “Algo para recordar” (Sleepless in Seattle) . La gente puede conocer cómo eres, como piensas, como escribes… antes que conocer cómo eres físicamente. Lo cual, para los que, como yo, tenemos más que ofrecer por dentro que por fuera, parecía un mundo atrayente. Y luego se quedó en nada con el desarrollo de las apps en que, de nuevo, lo que prima es la imagen.

 


 

La película sigue la evolución normal de una relación pasando a otros dos clásicos, que recuerdo haber visto con mi madre, ya divorciada, cuando yo estaba en la posición de los protagonistas de la película (soltero de veinte y muchoso treinta y pocos buscando pareja) y mi madre se partía de risa: Los padres de él y Los padres de ella. Entonces pensé en las diferencias: en USA la gente se sigue casando, y teniendo hijos relativamente jóvenes, mientras que en España… La película sigue retratando los tópicos que han formado parte de nuestra educación sentimental, aludiendo, por ejemplo, a Pretty Woman o En qué piensan las mujeres. Y, viéndola en la distancia, me pareció interesante (y no sé hasta qué punto moderno) el papel que se le asigna a la mujer “muy guapa”: es una amenaza. O sea que, en el mundo de las buenas chicas “normales” (guapillas, pero no tanto) hay un par de demonios: los hombres y las tías muy buenorras que nos roban a los hombres y hacen emerger nuestras inseguridades. Para hacérselo pensar... Por cierto, un pequeño inciso: en los últimos tiempos se ha convertido en una plaga la teoría de que el problema de muchas personas, especialmente de muchas mujeres, es la falta de autoestima. Esto es una solemne tontería, como traté en otra entrada. Más que autoestima, lo que funciona es la teoría del "sociómetro": ¿cómo te ve la gente, cómo eres? Decir que yo no soy muy alto, que soy delgado, que por eso, en ese sentido, soy medio hombre, no es falta de autoestima: es un hecho. Se puede querer a una persona sin que sea la más guapa, la más lista o la más... lo que se quiera poner. Y, sin embargo, el mensaje que este tipo de productos culturales nos transmiten es que todos podemos ser "la persona más".. lo que cada quien pueda ser. Pues no, yo nunca seré récord del mundo de maratón.


 

En fin, volvamos a Date Movie. La película, siguiendo el hilo argumental de Mi gran boda griega (luego se hizo una versión 2 y en incluso en 2023 una Mi gran boda griega 3) tiene un giro. La protagonista teme que se va a ver condenada a pasar su vida en el restaurante de sus padres, soltera y cuidando de ellos (y yo pensé: bueno, yo me he quedado soltero, y me he hecho cargo de mis padres, hasta que ellos ya se están yendo). Y entonces me dio por hacer cuentas. Mis padres se casaron en 1968. Estuvieron casados 33 años, hasta 2001. O sea, que, a día de hoy, yo me he pasado 28 años siendo hijo de padres casados y 23 siendo hijos de padres divorciados. Tristemente, me temo que es casi imposible que mis padres (al menos los dos) duren cinco años más. Así que, aunque sea por poco, me habré pasado más tiempo siendo hijo de padres casados que de padres divorciados. Pero a mí me tocó intentar formar una familia justamente en el momento en que mis padres rompían la suya.


 

A mí me ha tocado vivir un tiempo en el que nuestros marcos culturales de referencia nos cuentan ideas muy claras, no hay matices, sino que se nos dice que las cosas blancas o  negras, y a las películas aludidas me refiero: Lo que nos vienen a contar es que las parejas, tal y como hasta ahora las hemos conocido, no funcionan. ¿Por qué? Una visión amable sería: las parejas de ahora no funcionarán mientras que los hombres y las mujeres sigan siendo como los de antes. Pero el relato más simplificado es: las parejas no funcionan porque los hombres son unos cabrones y acaban siempre rompiendo las parejas. El problema de las masculinidades: ¿cómo construir tu identidad como hombre en positivo hoy en día? Es difícil ser hombre hoy en día, cuando eso es lo que te dice tu cultura que es ser hombre. ¿Qué cambiaría yo de todo lo que he vivido? Empezaré asustando al personal: sería menos paciente con las mujeres. Me explicaré. A mí, que nací en otro mundo, me enseñaron que los hombres teníamos que ser siempre pacientes con las mujeres. Que teníamos que perdonarlo todo, que adaptarnos a lo que ellas quisieran. Si tú querías algo con una mujer, y ella te decía… “es que te quiero mucho… como amigo” …  ¿Quiere eso decir que para ser "mejores varones heterosexuales" lo que los hombres tenían que cambiar era justamente lo que les tradicionalmente se pensaba que era lo que les caracterizaba como "varones heterosexuales" (querer acostarse con mujeres)?


 

Qué es lo que me decían  mí que tenía que hacer yo. Tú tenías que poner a la mujer primero, porque los hombres siempre hemos sido unos egoístas. Así que tú tenías que aceptar lo que ella quería y ser su amigo, lo contrario era no respetar a las mujeres. Sí, sólo si es sí. Pienso en quienes tienen ahora hijos varones, en mi propio sobrino, que ya tiene 19 años. ¿Qué les podemos decir ahora? Por supuestísimo que tienes que respetar a las mujeres. Pero también te tienes que respetar a ti mismo. Y respetarte a ti mismo como hombre quiere decir que tienes derecho a querer lo que quieras. No respetar a una mujer sería forzar la situación y querer ser algo más de una mujer que sólo quiere ser tu amiga. No respetarte a ti mismo es forzar la situación y contentarte con ser tan sólo el amigo de una mujer de que la que tú querrías ser algo más. Respeta a las mujeres. Y también respétate a ti mismo. Si una mujer no quiere tenerte más que como amigo, por supuesto que tiene todo su derecho. Pero si a tí no te interesa tener a esa mujer como amiga, y prefieres emplear tu tiempo en relacionarte con otras mujeres con las que, eventualmente, podrías relacionarte de otra manera, ¿qué derecho tienen a pedirte que empleen su tiempo en una relación con ellas que nunca te va a llevar a dónde tú quieres ir? (sí, a la cama, todos los hombres son iguales).

 


En la vida hay personas que, sin saberlo, juegan roles importantes en nuestras vidas. Recuerdo una anécdota que me pasó hace unos veinte años, cuando yo empecé a trabajar en la universidad. Un día hablé de ir a  cenar con una chica a la que conocía de hacía algún tiempo. Yo tenía la sensación de que le gustaba, pero nunca habíamos (hemos) tenido nada. Me pidió ir a recogerla en coche a donde ella vivía. Resulta que ella había estudiado Sociología en la UNED, y le había dado clase alguien que ahora que yo trabajaba en la universidad se había convertido en compañero. Me preguntó por él, y lo único que le supe decir es que me parecía que él se había divorciado, que ahora tenía otra pareja y que por eso pasaba mucho tiempo en la otra isla. Ella se indignó, al estilo de mi madre cuando vio a quél hombre comienco con su hija (había sido no hacía mucho) ¡Claro, seguro que es una chica mucho más joven! Yo iba conduciendo, y me estaba acercando a un centro comercial en que había una franquicia de restaurantes italianos, “Gino’s”, y ella se apresuró a decir “No se te ocurrirá ir a aparcar a El Muelle”. Esa cena, que me tocó pagar, ella ses la pasó despotricando de cómo son los hombres, de como aquel que había sido su profesor, era un machista que se había divorciado y estaba con una mujer más joven. Que ella esperara que la fuera a buscar a ella en coche, que no la llevara a una franquicia y que pagara la cena, por lo visto, no se le ocurrió pensar que podía ser machista. Spoiler: tras sacar un doctorado en Ciencias Sociales, se fue a trabajar a una universidad latinoamericana y se convirtió en “experta en X... aplicando perspectiva de género”. 

 


 

Y ahora hago un fast forward 20 casi años adelante. El verano pasado conocí a una chica, unos 4 años más joven que yo, amiga (en realidad, la ex de uno, luego me enteré de que de dos, luego de que de tres) de un grupo de amigos. Me parece fantástico: a ella le cuadré. Soltera, sin hijos, con un perro, cansada, como es normal, de muchas cosas, pensó que podría tener una oportunidad de mejora laboral en otra isla, donde yo trabajo. Supongo que le pareció que era su príncipe encantado que le aparecía en el momento justo para solucionarle todos los problemas. Así que me dijo, convencidísima, que no le importaba que ella tuviera trabajo en una isla y yo en otra, que ella quería estar conmigo y punto. Luego se le desvaneció esa oportunidad. Yo nunca había estado muy entusiasmado. Pero ella, según sus propias palabras, se desinfló. En noviembre lo dejamos y dos semanas después la vi en la misma terraza donde solíamos estar sentada con un chico. La semana pasada me pareció verla, me pareció que con otro chico.

 


Ya está bien de que a las mujeres se les critique por lo que los hombres siempre han hecho y no se les ha criticado: ella intenta encontrar lo que quiere y, si no aparece, sigue buscando. Me parece genial. La igualdad, ahora es real. Yo hice lo mismo. Unas semanas después de dejarlo con ella me apunté en una app de citas. Empecé a hablar con una chica: un par de años menos que yo, con carrera, buen trabajo, divorciada, sin hijos, y físicamente parecía una mujer de lo más normal. A ver, yo estoy en la parte central de la curva normal, entre el 4 y el 7, así que aspiro a lo mismo, una mujer que esté entre el 4 y el 7. Por supuesto, a nadie le amarga un 7 en vez de un 4, pero un 9,5 ni siquiera te lo planteas. Claro, le advertí, tú trabajas en esta isla yo en la otra, entiendo que tú busques otra cosa, nunca se sabe, pero vaya, y ella, bueno, entiendo que tú, que por tus padres tienes que estar entre una isla y otra lo tienes complicado. 


 

Y vuelvo a hacer otro fast forward, un par de meses: era la segunda vez que habíamos quedado y hubo algunos besos. Ella, que ya alguna vez me había “confesado” que no es que estuviera infeliz con su vida, pero que echaba de menos ciertas cosas, entre ellas, el sexo, me contó que, después de un par de meses sin nada, el pasado viernes (era un lunes) se había liado la manta a la cabeza y se había acostado con uno. Y el tipo, después de acostarse con ella, se había desaparecido: es que todos los hombres son iguales, son unos cabrones, nada más que quieren acostarse contigo y luego nada, y es que me empiezo a plantear, será que ya no soy atractiva, que no lo hago bien, que ya estoy mayor y por eso se acuestan conmigo y luego salen huyendo, que… Bueno, le di un par de abrazo, me buscó y le di también un par de besos. Y se fue a su casa. El miércoles se pone a hablar por mensajería, que si yo creía que podría haber algo… y cuando le dije que si eso me acerco y lo hablamos estalló: eres igual que todos, que lo único que quieres es venir aquí a follar, que si eso me lo dices y ya, pero no me vengas en plan de bueno, eres como todos, que sólo quieres follar… Y a los 10 días me vuelve a escribir: ¿No me vas a decir nada, después de tanto tiempo? Si encima resultará que soy yo la mala”

 


 

La persona que yo era antes, el hombre que a mí me enseñaron a hacer, siempre le hubiera dado otra oportunidad a una mujer, y hubiera dedicado más tiempo a intentar construir algo con una mujer que lo primero que, en mi humilde opinión, tendría que hacer, es aclararse para qué quiere un hombre en su vida, y que si uno de los motivos importantes por los que quiere un hombre en su vida es por el sexo, que se atreva a reconocérselo a sí misma. Sí, ya sé que a las mujeres les han lavado más el coco con eso. Las mujeres, ya se saben, lo han pasado muy mal, llevan siglos oprimidas por los hombres. La pobre, lo dura que habrá sido su vida, y lo cruel que es el mundo. Si un tío quiere sexo y se acuesta con una tía es un campeón, si ella, porque ya no quería aguantarse más las ganas, se acuesta con uno, todo el mundo la juzga. Ya. Todo el mundo. Yo estoy hablando contigo, me estás diciendo que, siendo soltera te acostaste con un tío. Y si yo sigo hablando contigo lo que interpretas no es que yo piense “toda mujer puede hacer lo que quiera con su cuerpo, y, además, no tienes pareja, no le debías explicación a nadie” sino “tú lo que quieres es también acostarte conmigo a toda costa”. En este caso, supongo que no es que, como ella dice, que “ella sea la mala”. Pero sí que es obvio que tiene un desequilibrio. 

 


En cualquier caso, más allá de “avisar”, y decir que estamos viviendo en una sociedad que tiene en la actualidad problemas importantes acerca de cómo enseñamos a la gente a vivir su vida, ¿yo qué puedo hacer? Y la cuestión que me puedo plantear es la de si puedo esperar, a mi edad y circunstancia, encontrar a alguien que no esté loca. O, puntualizando, que en la medida en que realiza demandas contradictorias, pidiendo una cosa y su contraria, o que son contradictorias con lo que ella misma puede o está dispuesta a ofrecer (y eso que dice que quiere una relación igualitaria), no podrían considerarse "demandas de loca". Y vuelvo ahora a las películas del fin de semana. En la película del sábado, “Familia Anders” se nos presenta el ideal de cómo debe comportarse un hombre en pareja. El problema de las parejas, tal y cómo ahí se nos contaba, es que los hombres anteponen el “yo” al “nosotros” (la pareja, ella, la mujer de la pareja).Así, los hombres se desarrollan profesionalmente, y dan prioridad a su trabajo, mientras que las mujeres tienen que sacrificarse, dejar su carrera profesional en un segundo plano y parir y criar a los hijos de esos hombres. Sin embargo, en la película del domingo, se nos dice que Annie, al estar insatisfecha con su marido tiene una aventura, y acaba teniendo un hijo mulato de un monitor de esquí, y que “aunque todos la juzguen ella va a decidir su vida sola”. Diría que en nuestra cultura actual estamos aplicando un curioso doble rasero: cuando un hombre “decide su vida solo” es un machista asqueroso que no tiene en cuenta las necesidades de su pareja. Mientras que si es una mujer la que decide su vida sola es una mujer empoderada y feminista que gracias a su ejemplo está contribuyendo a reparar una injusticia histórica, de siglos, contra las mujeres.  

 


 

Una frase que se puede ver a menudo en las redes, más si uno está en el “mercado” y tiene/frecuenta redes de singles es la de “No tengas como prioridad a alguien que tan sólo te tiene como una opción”. Seamos un poco menos extremistas: lo de “prioridad” y “opción” son términos muy extremos, pero podemos aplicarlos rebajándolos un poco. Mi trabajo por supuesto que me importa, pero, más allá de la promoción que tengo pendiente, no tengo aspiraciones de progresar más. Me quedan ya tres telediarios de ocuparme de mis padres. Mi sobrina el año que viene se quiere ir a estudiar al extranjero, así que, por así decirlo, en breve estaré casi libre de todo tipo de cargas familiares. Así que, en realidad, yo sí que "te podría tener como prioridad". Por mi edad y condición es muy habitual que me encuentre con mujeres que hayan estado casadas, que tengan hijos. Yo asumo y entiendo que para ellas nunca seré su prioridad número uno: si hay un problema, me parece normal que salgan corriendo para atender a su descendencia, y que le den prioridad a eso frente a un “piojo pegado”, que habría dicho mi madre, que acaban de conocer (ahora mismo es algo hipotético, ni siquiera la conozco). Y, sin embargo, lo que percibo es que se me pide, lo ponen muchas en sus redes, que para mí ellas sean “mi prioridad”.

 


 

En más de una vez me he visto en lo que Freud habría llamado un caso típico de “proyección”. La pareja con la que he llegado más “lejos”, que tenía también problemas (TOC, TNP), me decía algo así como “yo he sacrificado mi carrera laboral, me he ido fuera, el tener hijos o no… por mi pareja” … a lo que yo podría haber contestado “sí, pero no por mi”. La chica con la que hablaba el otro día se quejaba de que “te acuestas con un tío y luego ni te cuida ni te mima ni te escucha” … y yo podría haberle dicho que le estaba escuchando un tío que no era con el que se había acostado, que estaba pagando conmigo la insatisfacción que le había generado aquel tío. La sensación que tengo es que me toca pagar los platos rotos de otros. Y que quieren que les tenga como prioridad quien nunca me tendrá más que como algo más en la lista. Llámenme loco, pero pedir eso, y decir que se hace en aras de la igualdad me parece que no es tener mucho sentido común.

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