Mi manchi (1949)
Mi manchi (1949)
Tenías que haber visto la cara de felicidad que tenía el chiquillo. Vidar es el hijo de mis amigos los suecos, de la universidad de Lund, al lado de Malmo. ¿En qué año fueron ustedes a Malmo? Cuando el sueco, Ulle Norstromj, compró Industrias de la Pintura (aún no se llamaba Palmcolor) decidió que si en la fábrica había un perito químico tenía que ir a Suecia a visitar la fábrica de allí. Yo tengo recuerdos vagos de historias que se cuentan en la familia desde que yo era niño. El vuelo no fue directo, no sé si pasaron por París, Bruselas, y llegaron hasta Copenhague. Y de ahí a Malmo en una avionetilla. Ahora hay un puente y un túnel que unen Dinamarca y Suecia, el año que viene se cumplirá un cuarto de siglo desde que lo construyeron, lo usé yo cuando fui a correr allí la media maratón, y a visitar a mis amigos. Ellos llevan viniendo un montón de años a Los Cristianos, y el niño pequeño, que se ha hecho un fan del fútbol, quería venir a Las Palmas a ver un partido. Fue su primer partido de fútbol en directo, en un estadio, el primero de La Liga española. Iba empatado hasta dos minutos antes de terminar el tiempo reglamentario, y al final Las Palmas le metió un 2-0 nada menos que al Valencia, un equipo que ha ganado 6 ligas, copas, copas de la UEFA y demás. La cara de felicidad del chiquillo cuando terminó el partido era un poema.
Yo no había ido nunca al estadio nuevo, y, pensándolo bien, creo que siempre que había ido al estadio era contigo. Se lo contaba a mi amigo Javier, que mira que se sabe historias de Las Palmas, mientras veíamos el partido. Cuando éramos niños todos los domingos salíamos, a la playa o al campo, con o sin puertas. Y cuando volvíamos, ponías la radio y se escuchaba al locutor cantar: “Y gooooooooool de Morete”. Una vez me llevaste al Estadio Insular a ver a la Real Sociedad, el año que ganó la liga, y Arconada era el portero, y no había quien le marcara un gol. Recuerdo que Pérez, que era el portero de Las Palmas, le daba un puntúo al balón para sacar de puerta y más de una vez lo mandaba fuera del estadio. Le decía a Javier que está claro que eso, en el nuevo estadio, ya no pasa. Claro que entonces, en las áreas se veía como clareaba el césped, y ahora éste parece una alfombra verde. Como van las cosas, y qué será lo que las guía: de chico, tendría yo unos 10 años, me acuerdo de que más de una vez me llevaste al estadio con el tío Paco. Y muchos años después soy yo el que hace de tío, “tiomanolo”, en una sola palabra, como me decían tus nietos de chico, y vuelvo al estadio.
Tú siempre fuiste muy futbolero. Recuerdo que mamá y la tía Carmen decían que había que ver cómo te alterabas. ¿Sabes? El domingo por la mañana salí en bici, como miles de veces, por San Felipe. Y estaba rodando allí cuando veo a uno de los veteranos, aprieto un poco y le adelanto: “¡Vamos Orlando!”. Y Orlando coje carrerilla y se pone de vuelta a mi altura qué tal, pues ahí andamos, coño, Orlando, no te quejes, que ya firmaba yo estar con tu edad en la bici y a este ritmo, que, si yo ya soy veterano, tú ya debes tener por lo menos 70, qué dices muchacho, yo ya tengo 76, qué envidia, pues mi padre tiene 83 y está en una residencia con Alzheimer. Cuando le conté que había ido al estadio me contó que su padre lo abonó cuando tenía 8 años, pero que se pone tan nervioso con los partidos que la mujer le dice los resultados al día siguiente. La gente de tu quinta se altera mucho con el equipillo. No te imaginas cómo me alegré cuando Las Palmas subió: ventajas del Alzheimer, pensé, ahora pase lo que pase, el equipillo para ti se va a quedar para siempre en primera. Pero la enfermedad, cruelmente, avanza demasiado rápido. Ya no te enteraste de la victoria frente al Atlético de Madrid, y cuando Cris y yo te dijimos que habíamos ido al estadio tampoco te acordabas mucho. Como van las cosas, y qué será lo que las guía: ¿recuerdas cuando con 5 años me llevaron a Barcelona y les hice parar a no sé qué hora de la noche porque pasamos al lado de un parque con remos? Ahora aquí tenemos nosotros unos parques estupendos. Estábamos sentados cogiendo un rato de sol y Cris me manda un mensaje para decirme que subiéramos ya. Y cuando me doy la vuelta te habías ido detrás de un mato a hacer pis. Pero espera Papá. Cosas de la vida. Como van las cosas, y qué será lo que las guía.
Mi manchi. En italiano, claro que sí, como para no tenerlo en el corazón. Mira que siempre fuiste una adelantada a tu tiempo. Nosotros viajábamos cuando no existía Internet, y había que ir por los sitios sin saber qué te encontrarías. Habíamos llegado a Florencia, pero el camping del Michelangelo, que es el que todo el mundo recomienda (creo que viajábamos con una guía de camping para buscar alojamientos) estaba cerrado, así que nos mandaron a buscar uno en la carretera de Fiésole, “Il Poggio degli uccellini”. ¿Sabes que acabo de mirar en Internet y ahora tiene una página web y todo? Llegamos tarde, y por megafonía dijeron que acababa de llegar una caravana de canarias, que si prega ai signori campeggiatori de venir a ayudar. Y Cris decía Bah, seguro que no va a venir nadie. Y de repente llegaron un montón forzudos a ayudar, aquello parecía sacado de una película del neorrealismo italiano, o de Don Camilo. Creo que fue al día siguiente que me dijiste: Manolillo, vete a la tienda del camping y trae para desayunar pan, mortadela y mantequilla, “burro”. Tendría yo unos 10 años, la edad de Vidar ahora. Y no veas lo contento que me puse por haber sido capaz de comunicarme. Luego estuvimos en Roma, recuerdo que una vez llegamos tarde al camping y casi me meto en otra caravana, y otra vez estuvimos cogiendo piñones y tú hiciste un pollo con piñones. Y de ahí fuimos a Viena, y una noche en que llegamos tarde y el coche se quedó fuera del camping papá se lo amarró al dedo gordo del pie, que tenía un cristal roto y temía que lo fueran a robar. Y a Salzburgo, donde yo me ponía con Chabelita a jugar, lanzando mis avioncitos, y el suizo nos gritaba porque se les caía encima. Y luego, cuando estábamos en la isla, íbamos a misa al Templo Ecuménico, y el cura se despedía, además de en español, en inglés, en italiano, en francés, en alemán. Cómo no me iban a gustar los idiomas.
Como van las cosas, y qué será lo que las guía. Cuando llegué a verte el viernes pusiste cara como de haber visto un fantasma, y me dijiste que eso no podía hacer, que tú los has matado a todos. Te daban arcadas, temblabas. Que tú nos has amargado, que eres mala, que te portas mal, y que por eso en la residencia nadie te habla, nadie te quiere, porque te portas mal. ¿Cuándo habrá sido la primera vez que te escuché decir que no tenías ganas de nada, nada más que de morirte? Ya entendí lo que es perder la cabeza, y que no vale la pena intentar argumentar con alguien que la perdió. Si tuvieras cabeza te diría que es mentira, que esta vida no es una porquería, que es una maravilla. Mira que lo pasamos bien. Si hasta tú misma lo dices, mis hermanas y yo éramos unos niños buenísimos. ¿Te acuerdas? Me pasaba el día tranquilo en casa, jugando con mis clicks, y de arrastrarme por el suelo para moverme me llegó a salir como una especie de chichón el tobillo.
Estaría bien si aún se pudiera hablar contigo. Te podría contar muchas cosas, pero ya tu cabeza está en bucle y no sale de repetir lo mismo, te cuesta interesarte por nada. ¿Sabes que una de las universidades en las que ha solicitado plaza tu nieta es en Lund, donde dan clases mis amigos? Ellos se quedaron encantados con Las Canteras. Recuerdo haber visto fotos tuyas en la playa de Las Canteras cuando tendrías la edad de tu nieta, y parece mentira lo que se te parece la chiquilla. La playa, la UD y la virgen del Pino, como digo yo, puedes tener alergia al sol, no gustarte el fútbol y ser ateo, pero esa es nuestra santísima trinidad, para nuestra gente meterte con eso es como mentar a la madre. La madre canaria, que está por encima de todo eso. ¿Cómo se te ocurre decir que no quieres que te volvamos a ir a ver? La madre canaria es sagrada. Las Canteras. La madre. No veas, Mami, lo duro que se me hizo este puente de Carnaval empezar a ordenar y vaciar las cosas de tu casa de Las Canteras. Ley de vida, como siempre han dicho las pobres viejillas en mi ciudad. La verdad, mira que las viejillas de tu quinta han sido rebenques. El martes, después de entrenar, mientras desayunaba en la Plaza de la Victoria, que en realidad se llama de España, pero que la hemos vuelto a resignificar, porque ya no es de la victoria de ninguna guerra incivil (en las guerras nunca hay victorias), sino de las victorias, entre otras, del equipillo, tenía al lado un rancho de viejas desayunando. Esas viejillas que cuando eran niñas no podían ni pensar en que hubiera una mujer sola en un bar, y ahora se tiñen el pelo de morado, y pasan de todo. Aunque, eso sí, no paran de criticar a quien se les pone a tiro. Estaría bien si aún se pudiera hablar contigo. Te diría que da igual. Que tienes razón que nos has dado el coñazo toda la vida. Que tampoco es culpa tuya, que nadie tiene culpa de sufrir una enfermedad, tampoco una enfermedad mental. Y que, desde luego, tú no tienes culpa de un sistema, que ni sé qué nombre ponerle, que se dedica a chutar a un montón de viejillas un montón de pastillas, y luego, cuando les han dejado el cerebro frito, mira para otro lado. Si hace más de 40 años que los Rolling Stones le dedicaron una canción, y aún seguimos igual. Estaría bien si aún se pudiera hablar contigo. Te diría que da igual. Que nosotros te vamos a seguir queriendo. Porque eres nuestra madre. Y punto.
Papi, como ya no tienes cabeza te has ahorrado enterarte de que Mami ya no tiene cabeza. Mami, como ya no tienes cabeza te has ahorrado enterarte de que Papi ya no tiene cabeza. Y, sí, hace más de 20 años que se divorciaron, y ya sé todo lo que ha pasado, pero da igual. No hay nada que pueda cambiar lo que ya sucedió. Los domingos en el campo, sin puertas, y mis hermanas que se quejaban de que como yo era el niño se me hacía más caso a mí, que ellas querían ir a la playa. El verano en el valle de Arán, los viajes con la caravana. Y los conciertos de los nietos en el Auditorio. Delante del teatro hay una estatua de Saint Saens, que se pasó largas temporadas en la isla, se lo contaba a mis amigos suecos. Quién hubiera pensado antes que tendríamos un auditorio tan bonito, que tiene una sala dedicada a Jerónimo. Creo que sí llegaron a enterarse de que, hace tan sólo unos meses, falleció. Es divertida una historia que me contó la tía Carmen, de unas amigas que, cuando paseaban por Triana, se ponían nerviosas si se cruzaban con él, porque les gustaba, sin saber, entonces hubiera sido impensable, que era de la otra acera. Que, por cierto, en sentido literal: por entonces en Triana debía de haber aceras, que aún no estaba peatonalizada. Lo que ya no sé si llegaron a enterarse es de que a Jerónimo lo sucedió Olarte, y no sólo en vida, en la presidencia del Gobierno, sino también a la hora de irse. El otro día en el estadio se guardió un minuto de silencio por él. Papi, no sé si eso llegaste a enterarte, pero seguro que te hubiera gustado saber que tu hijo fue un día a presentarle un estudio al anterior presidente del gobierno, ahí soltando yo el rollo. Si siempre te gustaba mucho ver que escribía en el periódico supongo que eso te habría gustado más.
¡Un niño! ¡Un niño! Eso es lo que gritaba la abuela Cucú cuando nací. Fui el último nieto, pero el primer niño tras una racha que llevaba de cinco niñas seguidas, y en aquella época no era lo mismo. Papi, fui el niño al que pudiste llevar al Estadio, como decía el otro día mi amigo Javier, ahora lo de ir al fútbol no es cosa de hombres, pero entonces ibas al estadio y lo que había era básicamente un viaje de viejos, con un puro en la boca y que, con lo voz cascada por los miles de rones y guanijéis que se habrían echado gritaban “¡Orsái!” “¡Orsái!”, porque los canarios siempre hemos adaptado lo que ha venido de fuera a nuestra manera. Mami, no hace falta que me digas que me quieres mucho, que soy el niño de tus ojos, ya lo sé. Lo que ya no sé es qué hago ahora con mi vida. Si yo siempre he sido hijo, ¿qué voy a hacer cuando ya no estén?. Es que este niño es un niño tan bueno. Me metí tan bien en el papel del buen hijo que creo que lo he hecho muy bien. Desde que vine a este mundo he sido eso: hijo. Y ahora ustedes, aunque aún están, ya casi es como si no estuvieran. ¿Y ahora qué hago yo con el coche? Lo compuso no sé quién, y lo cantaba Alfredo Kraus: montañas las de mi tierra, cumbres de mi Gran Canaria. Si yo tenía coche para sacarles a ustedes de paseo, y ustedes ya no están para muchos paseos. Porque, ahora que ya cada vez tendré que ocuparme menos de ustedes, volveré a tener más tiempo libre, y a sacar más la bicicleta. Pero yo el coche lo tenía para pasear a mi madre, para pasear a mi padre. Y bueno, no sólo por Gran Canaria. Papi, ¿recuerdas cuando fuimos a hacer la etapa del Tour con el primo Manolo? Y luego cuando fuimos a Suiza, yo iba delante con la bici, con esas carreteras impolutas, que decíamos que mandaban a Fernanda a limpiar, y tú con la Sinfonía Alpina a todo volumen. Mami, ¿recuerdas cuando llegamos al Col du Petit Saint Bernard, el olor a potaje que había? Y mira que disfrutaste los paseos por La Gomera, y si te llevaba a Garachico, y al Teide.
Papi, Mami: mi manchi. En
italiano, por supuesto. ¿O prefieren que haga como Don Jesús en el Templo Ecuménico?
I miss you, Mi manchi, Tu me manque, Em manques, Sinto sua falta, Ich vermisse
dich, Jag saknar dig Cuando estaba en Italia, y alguien me decía que
hablaba italiano muy bien, si estaba Piero delante contestaba que era porque
había aprendido en Toscana y porque había tenido un gran maestro. Y Piero se
ponía más ancho que alto, y mira que era alto. Por cierto, que ustedes ya no
están para enterarse, pero por lo visto la tía Carmencita, mi madrina, la que
iba a clase al colegio del Carmen, ahí, al ladito de Las Canteras, también
tiene Alzheimer. Es ley de vida, que dicen las viejillas. Es
vida de ley. Mi manchi.
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