Distimia y felicidad. ¿Cómo ser feliz cuando los tuyos son infelices?

 

Distimia y felicidad. ¿Cómo ser feliz cuando los tuyos son infelices?

Manuel Ángel Santana Turégano

 


Prácticamente desde que tengo algo de razón, tendría yo unos 10 años, mi madre ha tenido depresiones. Tiene rachas buenas y malas, a veces tiene unos meses buenos, quizá algún año, pero luego recae. Hace décadas que toma ansiolíticos y antidepresivos. Hipócrates hubiera dicho que mi madre es “de temperamento melancólico”, ahora a la condición médica de sufrir depresiones frecuentes y durante mucho tiempo se la denomina “distimia”, que es lo que pone su historial clínico. Según el documento de referencia en el Servicio Canario de Salud “Salud mental en atención primaria. Recomendaciones para el abordaje de los trastornos más prevalentes, un trastorno depresivo mayor sería un “estado patológico en el que se pierde la satisfacción de vivir, la capacidad de actuar, y la esperanza de recuperar el bienestar”. Sus síntomas típicos son el ánimo bajo, la anhedonia (incapacidad de sentir placer o disfrutar con nada) y la anergia (fatigabilidad, cansancio fácil). Se suele asociar a trastornos del sueño, como el despertarse muy pronto, la disminución de la líbido y otros síntomas físicos. Es habitual que los síntomas sean más agudos por las mañanas. Mi infancia tardía y mi adolescencia fueron así: mis hermanas y yo alrededor de la cama de mi madre, preguntándole qué se pasaba, que no se quería levantar. Y ella nos respondía llorando que no quería nada, que sólo quería morirse.

Remedio casero contra la depresión

Seguro que al haber leído este párrafo habrá más de una persona que se habrá sentido incómoda, y sólo por eso me haya tildado de mal hijo: “no debería de decir estas cosas, no debería de hablar mal su madre o su familia”. Los problemas de salud mental siguen acarreando un estigma social muy grande. Pongamos que yo hubiera escrito “desde que soy pequeño mi madre tiene problema de diabetes, y recuerdo que teníamos que estar siempre pendientes de lo que se comía y de controlar los pinchazos”. Quizá alguien haya pensado “y eso a mí qué me importa”, pero difícilmente me habrá tildado de mal hijo por hablar mal de mi madre o de mi familia. Asumimos que decir “mi madre tiene un problema en el páncreas, que no le segrega bien una determinada sustancia (insulina), lo que hace que se sienta mal” no es hablar mal de mi madre. ¿Por qué pensamos que decir “mi madre tiene un problema en el cerebro, que hace que no se sienta bien (lo que tiene mucho que ver con la depresión)” es hablar mal de mi madre? Contar mi historia no es hablar mal de mi madre, cuento mi historia por si otras personas pueden aprender de mi experiencia, y así contribuyo a disminuir el sufrimiento que genera la depresión no sólo en la persona que la padece sino también en su familia. Mi madre, una única persona, sufre de distimia (depresión prolongada en el tiempo) hace décadas. Pero hace décadas que mis hermanas, mi padre, antes mis abuelos, mi tía yo, y, en general, todas las personas que hemos estado cerca de ella, sufrimos las consecuencias de su depresión. Como sociólogo que soy no puedo evitar hablar de “las consecuencias sociales de” y esto podría leerse un poco como “las consecuencias sociales de la enfermedad psíquica de la depresión-distimia”.

Más remedios...

Antes de entrar en materia haré una pequeña digresión por lo que causa la enfermedad (la etiología) no porque yo tenga ninguna autoridad al respecto, sino para que aprendamos a distinguir lo normal de lo patológico, también porque parte de sus causas son sociales (casi no lo pensado y a Durkheim he citado). Antes de hablar de depresión es necesario aclarar que es normal sentirse triste cuando sufrimos acontecimientos tristes o estresantes. La vida duele. Se te muere un familiar, se te tuerce un embarazo, te divorcias, te dan calabazas, te quedas en el paro, basta vivir para que nos puedan pasar mil cosas malas y lo normal, en esos casos, es “estar de bajona o embajonarse” (o al menos en Canarias lo llamamos así). Si, como consecuencia de pasar un bache muy grande te quedas embajonada/o bastante, es decir, si tu “depre” surge como respuesta a un estresante psicosocial identificable, sufres lo que en la jerga médica se denomina un “trastorno adaptativo”. Al menos que yo recuerde el primer episodio depresivo de mi madre fue así, a los cuarenta y tantos padeció un cáncer de pecho, le hicieron una mastectomía y a todo el mundo le parecía “normal” que eso la tuviera un tiempo “embajonada”. Pero la mayoría de las mujeres que hace cuarenta años sufrieron un cáncer no se han pasado “embajonadas” desde entonces, por lo que puede decirse que mi madre ha experimentado distintos episodios de depresión, que por su repetición en el tiempo han acabado en lo que se denomina “distimia”. De forma muy burda: podría decirse que si te sientes infeliz porque te pasan cosas malas no es que tengas una depresión, es que sufres desgracias. Se habla de depresión cuando te sientes infeliz sin que haya motivos “lógicos” que te hagan sentir infeliz. Y antes de continuar, en compensación por si antes alguien pensaba que hablaba mal de mi familia, ahora me detendré un poco a hablar bien de mi familia. En realidad, en mi familia a mi madre le hemos dado muy buena vida. Aunque luego vino todo lo del divorcio y demás, durante los más de treinta años que estuvieron casados mi padre le dio muy buena vida a mi madre, en el sentido más habitual del término. Tenía una vida cómoda, nunca le faltó de nada, vivía en una casa muy grande, tenía una asistenta que le ayudaba en las tareas domésticas. Viajábamos en verano, durante el curso mi madre muchas veces acompañó a mi madre a viajes de negocios. Iban a los conciertos, a la ópera, iba en Mercedes, luego tuvo una segunda residencia. Mis hermanas y yo hemos sido buenos niños, de tan buenos éramos simplones. Aunque mi hermana mayor y yo, que soy el pequeño, vivimos fuera y no le hemos dado hijos, mi hermana mediana, que vive con ella, le ha dado dos nietos preciosos, vive cerca y está siempre pendiente de ella. Y eso de que yo vivo "fuera" es relativo: durante los casi 20 años que llevo viviendo en "la isla de enfrente" no ha pasado un mes en que no haya ido a quedarme un fin de semana con ella, he pasado épocas de estar casi todos los fines de semana, me he pasado las vacaciones de Navidad (creo que en mi ya larga vida, sólo en dos fines de año no he estado con ella), Semana Santa, buena parte de las vacaciones de verano, me la he llevado de vacaciones no sé ni cuántas veces, de viaje conmigo, al Sur…

Cada quien busca su camino

En definitiva, la depresión tiene que ver con “sentirse infeliz cuando todo hace pensar que deberías ser feliz”. Mi madre ha tenido una vida razonablemente "feliz", como muchas mujeres de su generación: ha tenido hijos, nietos, se ha divorciado (como muchas), ha tenido una vida cómoda, hijos buenos. Pero mi madre ha vivido una vida mucho más infeliz que la mayoría de mujeres de su generación. Si la depresión no es consecuencia de que te pasen cosas muy malas, ¿qué causa la depresión?  Pues, como todo en medicina: “un conjunto de factores, en los que se mezcla la genética y el ambiente, que hacen difícil o imposible identificar, en cada caso concreto, una única causa”. Las teorías actuales dan por sentado que la personalidad es, en gran medida, genética. Antes se decía “hay personas con temperamento melancólico, colérico, flemático”. Ahora se tiende a partir de que hay cinco factores dela personalidad, el modelo OCEAN por sus siglas en inglés (Openness, Concienciousness, Extraversion, Agreableness y Neuroticism). Esto se relaciona con distintos equilibrios en el cerebro, por ejemplo, si tienes más o menos serotonina o noradrenalina. Aunque la genética no es nuestro destino, sí que marca las posibilidades. La mejor explicación sobre el tema la encontré en la siguiente metáfora: pongamos que la extraversión es la elevada sensibilidad a los estímulos positivos, y el neuroticismo la elevada sensibilidad a los estímulos negativos. Las personas con mucha extraversión las asimilamos a los osos polares, y las personas con mucho neuroticismo a los camellos. Ser un camello o un oso polar no es bueno ni malo. Lo malo es ser oso polar y empeñarte en vivir en el Sáhara, o ser un camello y empeñarte en vivir en el Polo.

La importancia del ambiente..

Pues bien, muchos de los antidepresivos actuales son inhibidoresde la recaptación de la serotonina y la noradrenalina (IRSN; el Pristiq es un nombre comercial). Intento explicarlo para legos como yo que no entendemos de medicina y de química. Nuestro cerebro interactúa con el exterior, y genera sustancias. Por ejemplo, se suele decir que los corredores y otros deportistas de fondo somos adictos al chute de endorfinas que nos genera la actividad física. ¿Qué sería la depresión desde este punto de vista? Igual que las personas diabéticas tienen un déficit en una sustancia que les impide metabolizar correctamente la glucosa, las personas con depresión tienen un déficit en algunas sustancias. Las que les hacen sentir mal funcionan demasiado bien, las que hacen sentir bien no funcionan: últimamente mi madre ya no es capaz ni de ver una película de Agatha Christie porque le genera angustia. Claro que, y aquí empezamos a introducir factores sociales, mi madre lleva cuarenta años chutadas de antidepresivos. Es un fenómeno tan común que hasta hay una canción de los Rolling Stones dedicada al Valium Littlemother’s help. Después de 40 años de tomar sustancias, mi madre tiene ya un potaje que no veas.

Otras formas de relajarse

Se podría hablar mucho de las causas sociales de la depresión. Mi madre se crio en los años más cerrados del franquismo, un tiempo en que, en algunas épocas del año, como la Semana Santa, reírse, pasarlo bien o ser feliz estaba mal visto. Y, en general, el sufrimiento parecía tener mucho “caché”: usando una palabra que le gusta a mi madre, las personas que vivían felices y despreocupadas eran vistas como frívolas. En una interpretación un tanto extraña de las Bienaventuranzas del Evangelio de Mateo, muchas de quienes ahora son viejillas fueron criadas para que compitieran a ver quién sufría más, ya se sabe “bienaventurados los que sufren porque de ellos es el reino de los cielos”. No olvidemos que, hasta en los 80, en el programa estrella de la tele, el “Un, dos, tres, responda otra vez” existía la figura de “los sufridores”. Pero bueno, toda la generación de mi madre tuvo la misma educación y no toda se ha pasado la vida deprimida. Y si eso era entonces, lo que ahora causa más depresiones es los excesos del pensamiento positivo, en la creencia en que, con la pastilla adecuada, y con meditación y mindfulness, nada nos puede alterar. Cuando hace un año mis hermanas y yo estábamos con el culo a dos manos con el Alzheimer de mi padre (se divorciaron hace más de 20 años) recuerdo que mi madre me decía “es que yo no sé lo que me pasa que me siento mal”. Y yo pensaba: “coño mamá, depresión es cuando te sientes mal sin motivo. Aquí estamos viviendo una auténtica emergencia familiar, lo raro sería no sentirse mal”.  


Sí, se podría hablar mucho de las causas sociales de la depresión, pero aquí lo que me interesa es hablar de las consecuencias sociales de la depresión. Creo que hablar de ello puede ayudar a aliviar el enorme sufrimiento que la depresión genera en las familias de las personas que tienen depresión. Volviendo al manual del Servicio Canario de Salud para el abordaje de la Salud mental en la atención primaria: “La depresión también puede conllevar a una vivencia de incapacidad para amar y ser amado”. ¿Por qué nadie advierte de esto a los familiares? Especialmente cuando hay niños pequeños de por medio. Si eres pequeño, y tu madre sufre depresión, es muy probable que llegue un día en que, de repente, resulta que tú sientes que tu madre ya no te quiere. Y no, no es un problema tuyo. No es que hayas hecho malo y por eso tu madre ya no te quiera, ni que hayas hecho nada mal para enfadar a tu madre, es que tiene una depresión.  Aunque cuando yo era niño era habitual que los padres les dijeran a los hijos que si no hacían lo que querían les dejaban de querer, o se iban a enfadar por ellos, vamos a poner que yo, que era un niño, antes de la depresión me sentía amado por mi madre. Yo ahora puedo tener capacidad para, cuando mi madre hace algunas o dice algunas cosas, pensar “no es ella la que habla o actúa, es su enfermedad”. Pero entonces no. Eres un niño, y sientes que tu madre es profundamente infeliz. ¿Cómo no pensar que tu madre es infeliz porque tú no eres lo suficientemente bueno como hijo? Quizá por eso muchos años después me han dicho que es que “se ve que eres tan buen niño”. Pero la cosa no termina en la infancia. Poco antes de irme a estudiar fuera a mi madre le dio una crisis.

 

No sé hasta qué punto está en la naturaleza humana el que para ser razonablemente felices necesitemos que nuestros seres felices también lo sean. Cuando te crías en una familia en que tu madre sufre depresiones constantes quieres creer en los cuentos. Que, en el futuro, todo se solucionará, tú serás feliz, ella será feliz, todo el mundo será feliz. Pero si tu madre sufre distimia (depresiones constantes) ella no será feliz. Tú tendrás que elegir entre ser infeliz con ella o ser feliz por tu cuenta, ya que con ella no podrás ser feliz más que, parafraseando a Manolo Vieira, “a ratitos muy muy pequeñitos”. Y, aun así, nunca podrás impedir que su infelicidad te empuje hacia abajo. Aparte del estigma social, la gente siempre te mirará mal: “con lo que está pasando su madre, en vez de quedarse con ella y apoyarla…se va de viaje, o sale de fiesta, o está pendiente de un ligue que tiene, o…” Yo siempre he sentido que es como si socialmente, en muchas ocasiones, se me hubiera dicho “Espérate un poco hombre, ahora no es el momento, ahora es el momento de echar una mano a tu madre, ya vivirás tu vida luego”. Pero cuando tu madre sufre distimia ese “más tarde” nunca llega, y así he llegado yo casi a los 50. ¿Cómo intentar ser feliz cuando los tuyos son infelices? Imagino que no te queda de otra que cortar amarras. Y entonces te expones a la sanción social: vaya hijo/a desnaturalizado que con lo que está pasando su madre y por ahí tan feliz. Pero es que si esperas a que tu madre deje de pasarla nunca tendrás la posibilidad de ser feliz. 


Cada vez somos más sensibles a los problemas de salud mental: quien los sufre no ha elegido tenerlos, ni mi madre ni nadie en su sano juicio elegiría pasarse la vida deprimida, vaya forma de desperdiciar la vida. Claro que quien tiene una depresión no está "en su sano juicio". Y claro que ella no eligió nacer con una predisposición hacia la depresión, o lo que quiera que haya causado su distimia, pero yo tampoco elegí tener una madre con distimia. Cuento esto para, a través de la visibilización, reclamar un poco de comprensión. Si tienes la suerte de poder intentar ser feliz sin que nadie te reclame, “con lo mal que lo estoy pasando yo, quédate a sufrir conmigo en vez de ser feliz”, disfrútalo. Y si sabes de personas que puedan haber vivido historias como ésta compártela. Nadie debería de sentirse mal hijo/a por no haber logrado que su madre fuera feliz, nadie debería sentirse culpable por intentar ser feliz, aun cuando los suyos sean infelices. Y, desde luego, nadie debería de intentar hacerte sentir culpable porque tú intentes disfrutar un día, semana o mes que tu madre va a sufrir. Tu madre no puede disfrutar porque tiene atrofiada la capacidad de disfrutar, si tú no la tienes, ¿por qué no deberías de poder disfrutar? Sería como pretender que yo ya no saliera a correr tan sólo porque mi madre tenga artrosis y le cueste caminar, o como si no pueda plantearme correr los 42 kilómetros de una maratón sólo porque mi madre no puede caminar 420 metros. Hace falta mucha serenidad para aceptar que no es que ellos elijan sufrir, que es lo que parece, sino que sufren una enfermedad que les hace ver la vida así. Pero, como tú no puedes hacer nada, mejor apartarse que terminar así.

Disfrutar del viaje y no sólo llegar a puerto...

Algunos consejos (de mi cosecha personal)

·       Rebaja tus expectativas. ¿Sabes aquello de las películas donde las familias son felices, y los abuelos viven una vida larga y feliz? Pues asume que a ti no te tocó, igual que tampoco te tocó nacer hijo de millonarios, de atletas de élite que dejan en herencia unos genes que te hacen destacar en algún deporte, de bellezas que te han dotado tu belleza ni cosas por el estilo. Pues lo que a ti tocó posiblemente sea una madre o abuela (creo que la tasa de prevalencia de la distimia en las mujeres es el doble que en los hombres) que te dará tres ratos de sufrimiento por cada rato de alegría que te dé (y las cifras son un decir). Las personas que sufren distimia no lo eligen, pero siempre ven el vaso medio vacío, viven la vida con cierta tristeza. De repente tu estarás muy feliz por lo que sea, y tu padre o tu madre te pondrá cara de “con lo que me ha tocado a mí ahora, no sé cómo puedes ser feliz”. No desesperes, tendrás buenos ratos. Pero asume que, de repente, sin nada que lo cause, un buen rato se convertirá en un mal rato.

·       Asume que no es culpa tuya. Es fácil culpabilizarse, de hecho, tanto tus progenitores como el conjunto de la sociedad te tenderán, en un momento u otro, a culpabilizar: tu madre es infeliz por todos los disgustos que tú le das. Si verdaderamente fueras un buen hijo, y no te dedicaras a incordiar a tu madre, ella podría ser feliz. Pues no, no es culpa tuya, y no te embarques en una "carrera armamentística" del tipo "pues si no es feliz si voy a comer con ella los domingos, voy a ir también los sábados" que no te llevará a ninguna parte. Si sacas a tu madre a comer todos los domingos y los sábados, igual se queja de que la noche de los domingos, está sola. Recuerdo una vez que me fui diez días de viaje con mi madre. Yo participaba en una prueba de bicis por etapas, pero el resto del tiempo lo pasaba con ella. Cuando volví a la isla salí a entrenar un rato, y en estas me llamó un amigo que había fallecido su madre. Pues no sé qué es lo que me había encargado mi madre que hiciera, pero no lo hice. “Desde luego, eso es lo que te importa a ti tu madre, que en vez de hacer lo que te pido te vas por ahí con tu amigo", fue la reacción de mi madre. Tu madre es más infeliz que la mayoría, pero por un conjunto de causas, genéticas, ambientales, sobre dosis de pastillas y demás… que han acabado causando lo que los médicos llaman distimia. No es culpa tuya.

·       Asume que tampoco es culpa de ella. Hay mucho tabú y desinformación sobre la enfermedad mental. Una vez lo vi explicado de una forma muy buena. Nadie le diría a un familiar con diabetes “Ves, es que tú no pones de tu parte, venga, esfuérzate, dile a tu páncreas que genere más insulina y ponte bien”. Pues tampoco tiene mucho sentido decirle a alguien con depresión-distimia: “Venga, dile a tu cerebro que regule la serotonina y noradrenalina, ponte bien”. Al igual que con la diabetes y otras enfermedades, está claro que el estilo de vida ayuda o dificulta. Pero en último término no es lo que lo causa.

·       Coge aire y respira. No será culpa de ella, pero durante miles de instantes en tu vida sentirás que parece que tu madre se comporta como se comporta para hacerte sentir culpable o infeliz, para incordiarte. Pues coge aire y respira. No será culpa de ella, pero tú tampoco tienes culpa, y es obvio que hay muchas cosas que duelen.

·       Asume que vas a tener más momentos tristes que otras personas. Siempre se ha dicho que un hijo es lo que más alegría trae a la vida de muchos padres. Pues en este caso es al revés. No sólo es que las madres con  distimia sigan siendo infelices aunque les lleguen los hijos, es que, además, quizá sean lo que traigan más, no en este caso alegría, sino sufrimiento, a la vida de sus hjos/as. A ti te tocó quien tocó, pero lo cierto es que te va a traer menos alegría que otras personas.  Quizá quien lo vea desde fuera piense que eres una persona un tanto “depresiva”. Pero vuelve a mirar la diferenciación que se hace en salud mental. Si hay acontecimientos que es normal que nos provocan sentimientos de tristeza, y que sólo cuando eso, no sólo impide la vida normal, sino que se prolonga demasiado en el tiempo se considera depresión, piensa lo siguiente. Si tu madre tiene distimia, quiere decir que, por decir algo, en los próximos 20 años, igual va a tener 10 depresiones. Es normal que eso te embajone a ti. Vas a ir a ver tu madre todo contento, para contarle no sé qué, y ella está mal. No es depresión, es “sana bajona”. Aprende a defenderte y coger aire. Cuento otra anécdota personal: una vez me habían dado 15 días de baja por ansiedad porque estaba sufriendo una situación de acoso bastante incómoda en el trabajo (y no lo digo yo, lo ratificó después la jueza). Como vivo en otra isla distinta que mi madre, me dijeron, “mira, coge unos días y vete con tu madre que te cuide”.  Pues llegué y a los tres días estaba de vuelta: no sé qué le pasaba a mi madre, pero estaba fatal y estresadísima, y no era capaz de entender que yo estaba de baja justamente por ello.

·       Aprende a cuidarte tú. Y a que te miren mal. Quien haya sufrido una situación así lo entenderá perfectamente. Esa idea de “voy a mi madre que me mime” sólo será cierta, con suerte, muy de vez en cuando. El resto del tiempo, mayormente, será a ti a quien le toque cuidar. Y adding insult to injury que dirían en inglés, seguro que mucha gente te mirará con cara “el/la típico/a mimada de mamá, que no puede separarse de las faldas de la madre porque es más cómodo que te hagan las cosas. O también te mirarán mal porque "con lo mal que lo está pasando tu madre", y tú no estás con ella siempre que ella lo está pasando mal. Pues mire señora, mire señor, si yo tengo que estar al lado de mi madre cada vez que mi madre lo está pasando mal, eso querría decir que yo tendría que pasarme toda la vida pendiente de mi madre, pues mi madre se pasa mal la mayoría del tiempo. Y sé de lo que hablo: tengo la sensación de que mis hermanas y yo nos hemos pasado casi toda la vida pendientes de mi madre, que hemos dejado de cuidarnos por cuidarla a ella, y eso no ha servido prácticamente de nada. Puede que ella, gracias a todo lo que hemos desvivido por ella, haya sufrido "menos 5", pero a nosotros nos ha hecho sufrir "más 500". No sale a cuenta.

·       Aprende a identificar los síntomas, y en la medida de lo posible, a evitar a más personas así en tu vida.

·       LAST BUT NOS LEAST: DISFRUTA, VIVE. Siempre se ha dicho que los hijos olvidan lo que los padres dicen y aprenden lo que los padres hacen. No importa lo que digan, las madres con distimia enseñan a sus hijos que la vida es un valle de lágrimas que no merece la pena ser vivida. Pues no. Recuerda que quien te ha transmitido eso tenía un problema de salud mental. A pesar de todos los pesares, la vida es bonita y merece la pena vivirse. O, como decía el título de una película de Kusturica, “La vida es un milagroy el mundo es un lugar maravilloso. Quizá a veces, que te sientas un poco triste, sientas cierto complejo frente a tanta gente que ves por ahí, que hace tantas cosas y que se las ve tan felices. ¿Recuerdas aquello de que no debes juzgar a nadie sin haberte puesto en sus zapatos? De acuerdo, puede que tu hayas ido por la vida haciendo más muecas que otras personas. Pero es que tus zapatos eran especialmente incómodos. Recuerda la frase de Tolstoi “Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”. Yo no estoy de acuerdo con la gente que dice “al final tú decides que hacer con tu vida, y da igual, porque en todas partes cuecen habas, y en todas las familias tienen sus cosas”. Pues no, puede que en todas partes cuezan habas, pero en mi tierra se sancochan habichuelas. Claro que en muchas familias se sufre el cáncer de un familiar, pero no en todas. Claro que, en muchas familias, en algún momento, alguien sufre una depresión, pero no en todas. Y mira la tasa de prevalencia de la distimia y aprender a leer lo que significaría que un 10% de las mujeres la padezcan durante algún período de su vida: que el 90% restante no. Es decir, sencillamente: no es cierto que en todas partes cuezan habas, lo que a ti te ha tocado no le ha tocado a la mayoría de la gente. Te tocó estar en una minoría. Aún es más, se trata de una "condition" que dirían en inglés especialmente insidiosa. La gente puede empatizar con quienes les ha tocado tener un familiar con síndrome de Down, con una minusvalía física, con trastornos del espectro autista, con diabetes o con muchas otras "medical conditions" sencillamente porque estos trastornos saltan a la vista. Pero la gente no empatiza con quienes tienen familiares con trastornos del espectro de la distimia porque, sencillamente, salvo que seas familiar o tengas un trato muy cercano no se ven. Así que no te acomplejes, no eres menos (aunque muchas madres distímicas tienden justamente a hacer sentir así a sus hijos/as). En realidad, eres más. Si la vida fuera un maratón, puede que otros hayan corrido más rápido. Pero tú has tenido que correr cargando un peso que la mayoría, y especialmente los ganadores, no han tenido que cargar.  Lo importante no es sólo llegar a la meta, sino disfrutar durante el recorrido. Y olvídate de la idea que te han transmitido en casa de que la vida va de sufrir, y de que es mejor persona quien más sufre. Si acaso, si fuéramos a hacer comparaciones entre personas, es mejor persona quien hace sentir mejor a más gente. Intenta disfrutar tú, para así poder transmitir parte de ese gozo de vivir a otras personas y hacerlas sentir bien.

 

 

 

 

 

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