Sonrisas y abrazos. Teoría de la soltería.

 

Sonrisas y abrazos. Teoría de la soltería.




 Muchas gracias, buenos días. La chica que me sirvió el café y el pastel de nata en la dulcería portuguesa me miró con cara de extrañeza porque fuera tan amable. Igual que la que trabaja en la terraza que está en el paseo de la playa, donde a veces me tomo una caña mientras, parafraseando a Vinicius, paso la tarde viendo la tierra rodar. O los camareros del bar irlandés, o de la cervecería artesana donde suelo encontrarme con mi amigo Javi, que no es la primera vez que me avisan de que está en la terraza y no lo había visto. Justo habíamos cambiado al horario de verano y aún no acababa de estar seguro de si era muy pronto o no, pero cuando pagué mi café y mi pastel de nata pensé que ésa era una buena forma de empezar el día. Apenas había empezado el día y ya había recibido una sonrisa y unos buenos días. Casi como si me hubiera despertado con alguien que me quisiera. No cuesta tanto ser amable. Pero la mayoría de la gente, la mayoría del tiempo, puede permitirse no serlo. Quizá porque se han despertado con alguien que les quiere, y apenas ha empezado el día y ya han recibido unos buenos días y una sonrisa.

 



Con pequeñas variaciones según usemos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) o del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), podría estimarse que, en la actualidad, en España, sin diferencias significativas entre Comunidades Autónomas, en cualquier momento dado, la tasa de soltería está entre un 13 y un 23%. Es decir, de cada 10 personas, 8 o 9 declaran que mantienen una relación afectivo- sexual con alguien. Independientemente de que convivan, o de que estén casadas o registradas como pareja de hecho, de que sea una relación de 30 años de duración o de poco tiempo, pero lo suficiente como para que se perciba subjetivamente como que se tiene una relación, la gente siente que está en pareja. Si se desglosa el análisis por edades se ve claramente que quienes menos están en pareja son los más jóvenes, que aún no han llegado a ello, y los más mayores, que, tras haber terminado una relación, en muchos casos porque su pareja falleció, ya no encuentran interés en tener otra. El “mercado de emparejamientos” puede entenderse, en gran medida, igual que otros mercados, como el mercado de trabajo. La idea de “mercado” es una herramienta conceptual, desarrollada en gran parte por la teoría económica, que permite entender situaciones en que oferta y demanda se ponen de acuerdo sin que exista una autoridad central que planifique, si bien existen autoridades que establecen las reglas que se han de aplicar en el mercado. En el mercado de trabajo se denomina parados/as a quienes no consiguen encontrar una demanda para lo que pueden ofrecer. Si decimos que en una sociedad la tasa de paro lleva diez años manteniéndose entre el 13 y el 23%, es obvio que eso no quiere decir que sean siempre las mismas personas las que están en esa situación. Si, pongamos por caso, en una población hay 15.000 parados/as, buena parte de esas personas serán personas que acaban de terminar un empleo, y que quizá dentro de unos meses volverán a encontrar otro, eso se suele denominar “paro residual”. Hay personas que se pasan 10 (o 20, o 40 años) en un mismo trabajo, y por lo tanto nunca aparecerán en las cifras del paro. Luego están las personas que están abocadas a la precariedad, que son quienes están unos meses trabajando y luego vuelven al paro. Y luego está lo que se denomina “paro de larga duración”: personas que, por lo que sea, parecen no cumplir con lo que requiere el mercado, por lo que se pasan mucho tiempo deseando estar ocupados. Y luego está a quienes se llama “inactivos- parados desanimados”. Se trata de personas que, dado que se pueden buscar las lentejas por otro lado, y asumen que sus posibilidades son muy limitadas, ya ni siquiera buscan trabajo.




Ayer me senté a tomar un café americano con un pastel de nata, porque, como decía mi abuela, amarguras ya tengo bastante, déjame echarme algo dulce. En realidad, es normal que no tenga pareja. Siempre bromeo con que soy medio hombre, porque como apenas he llegado a pasar de los 60 kilos peso la mitad que muchos hombres. Pero es que, además, soy muy malo haciendo cosas de hombres. Llamé a mi cuñado, que estaba en el sur, que es el cumpleaños de mi sobrino (tampoco me invitaron), y si no es por el vecino, que colocó la cerradura, me hubiera quedado en la calle. Iba a salir a correr por la mañana y resulta que la llave dejó de funcionar. La llave de casa de mi madre, que mi madre ya no está, que está en una residencia, y yo estoy aquí porque tengo que atenderla, a ella, que parece que lo que tiene es demencia vascular, y a mi padre, que está en otra residencia con Alzheimer (que no es su pareja, sino otra cruel demencia). Y yo, a mi edad, sigo teniendo que estar en casa de mi madre, porque tengo un trabajo, y una casa de la que no me quedan ni 5 años de una hipoteca muy baja para pagarla, pero está en otro sitio. De momento, porque la casa de mi madre se va alquilar, y luego no sé qué haré yo con mi vida. En el mercado de los emparejamientos mis dos hermanas han estado ocupadas de manera continua desde hace más de veinte años: está casadas y han estado siempre con la misma pareja. En el mercado de trabajo, sin embargo, las dos han pasado tiempo desocupadas y han cambiado de ocupación varias veces. Mi situación es la inversa: llevo más de veinte años en el mismo puesto de trabajo, con cierta progresión. Pero en esos veinte años, no he estado “ocupado”, en el mercado de emparejamientos más que 4 años, y el resto del tiempo me lo he pasado alternando entre situaciones de “paro friccional” y de “inactivo- parado desanimado”.  Un amigo me mandó un audio, y al rebobinar escuché también mi respuesta. No, la verdad es que no tengo una varonil voz de barítono. Soy incapaz de manejarme con la mayoría de cosas de la casa. Y, con 1,72 y menos de 60 kilos, siempre he sido medio hombre. Si yo fuera mujer, seguramente encontraría opciones más interesantes. Es normal que no tenga pareja. Quizá es por eso que haya aprendido a ser siempre tan amable.


Volvamos a las estadísticas. Al fin y al cabo, buena parte de lo que hago tiene que ver con eso, con estadísticas, soy profesor de Sociología. Ver lo extraño en lo familiar, ver que no es natural lo que muchas veces pensamos que es natural, la perspectiva sociológica. Desde el mundo del sentido común, que es el mismo que aplican las políticas activas de empleo, la causa del desempleo es individual. Parecería que hay personas que tienen determinadas características que hace que difícilmente sean aceptadas por el mercado. Por eso, unas acaban en el paro de larga duración y otras en la soltería de larga duración. Obviamente, se trata de una perspectiva individualista y no estructural. ¿No es posible que haya gente que termine en el paro sencillamente porque el mundo cambia y hay empresas que cierran? Desde un punto de vista situacional el azar juega un papel mucho más importante que lo que la sociedad dogmáticamente meritocrática en que vivimos quiere asumir. A unas personas determinadas les toca vivir unas situaciones concretas, y eso hace que su vida sea muy distinta. “Viajeros a tierras inimaginables”, se llama el libro de Dasha Kiper que acabo de leer sobre los efectos que tener que hacerse cargo de personas con problemas de salud mental tiene en quienes cuidan. Yo siento que en mi caso sería mejor título el de Viajeros a tierras inimaginadas. La gente podría imaginárselas, pero sencillamente no les da la gana, o les resulta más cómodo y conveniente no hacerlo. Por tanto, desde mi punto de vista, y es lo que aquí voy a tratar, lo importante no es cómo tener unas determinadas características (pueden poner, si quieren, ser medio hombre, ser poco manitas, no tener voz de barítono y lo que quieran) te coloca en una posición estructural (soltero de larga duración). Lo importante es cómo el ocupar estructuralmente una posición (soltero de larga duración) hace que acabes desarrollando unas determinadas características.




Autocrítica constante (hay quienes lo denominarían inseguridad), amabilidad extrema, sonrisas, abrazos. ¿Qué es una pareja? Cuando me senté en la dulcería, y me acordé de mi abuela, y pensé, déjame echarme algo dulce, que amarguras ya tengo bastante, me hubiera gustado que hubiera alguien que me hubiera dicho que no. Que no soy un auténtico desastre. Que, como todo el mundo, tengo mis defectos. Pero que, en el fondo, soy una persona humana válida. Que puede que sea tan sólo medio hombre, que puede que no sea capaz de cambiar una cerradura. Que puede que sea poco manitas, y que no sea bueno conduciendo ni en mecánica. Que no soy un desastre por tener un buen trabajo, en una isla, y a la vez asumir el cuidado de mis padres, en otra. En los cuentos de Disney con los que a mí me criaron, luego vendría algo así como que alguien se acercara, me sonriera, me abrazara y me dijera porque, en cualquier caso, te acepto y te quiero como eres. La teoría de los apegos, de John Bowlby: seguro, ansioso, evitativo. Hasta dónde yo sé, y esto no es nada sacado de la Inteligencia Artificial, sino de mi torpeza natural (lo bueno de no tener pareja es que tiene más tiempo para leer), ésa es una teoría psicológica bastante aceptada en muchos ámbitos, y viene a plantear que según haya sido el estilo de crianza de tus padres acabarás desarrollando uno u otro estilo de apego que, entre otras cuestiones, acabará condicionando la manera en que te relacionarás afectivamente. Con el tiempo he acabado de asumir que mis padres tenían, cada uno a su manera, algún tipo de mental condition (y lo pongo en inglés porque suena más amable). Y no, desde luego, a mí no me criaron con un estilo de apego seguro. Claro que en los últimos años se ha desarrollado bastante la psicología de la personalidad, que viene a plantear que la crianza no es tan relevante, que importa la interacción entre tus genes y el entorno.


Volvamos a las estadísticas: ¿qué quiere decir que la mayoría de la gente esté en pareja? Como siempre, hay una interpretación buena y una mala. Empecemos por la buena. Que seguro que, en algunos casos se aplica. El que la mayoría de la gente esté en pareja es porque la gente sabe perdonar. Sabe que nadie es perfecto, y que, por lo tanto, eso no es lo importante. Que hay que saber estar ahí, y apoyarse. Acompañarse en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad. Aprender que, a menudo, hay que sacrificar el “yo” por el “nosotros”. Y que a veces no hay que decir toda la verdad. Claro que hay una diferencia entre no decir toda la verdad y mentir. Y ahí es donde empezamos con lo malo: ¿qué quiere decir que la mayoría de la gente esté en pareja? Que puedes ser un auténtico coñazo y, aun así, exigir a tu pareja (amor, cari, chiqui, o tantos nombres que se usan) te diga que no es así, que tú tienes la razón y es el resto del mundo el que está equivocado. Porque, vamos a ver, ¿no es tu pareja? Las parejas están para apoyarse. Y si estás siendo cruel con el camarero, con tu hermano, o con tus compañeros de trabajo, no le corresponde a tu pareja decírtelo. Desde luego, no le corresponde a tu pareja decirte cari (o amor, o chiqui) sabes que te quiero, pero me parece que no tienes razón y no te estás portando bien. Estar en pareja quiere decir que puedes no ser amable y aun así esperar que la gente sea amable contigo.



Y ahora contemplemos el otro lado de la luna. En un mundo en el que la mayoría de la gente está en pareja, algunas personas nos pasamos la mayoría de nuestra vida adulta sin pareja. Creo que tengo algo de autoridad (al menos moral) para hablar de “teoría de la soltería” porque en 50 años de vida sólo ha habido 5 en que no haya sido soltero. De manera que, salvo que llegara a vivir 120 años, y me pasara el resto de mis días en pareja, el día que me muera habré pasado muchos más en soltería que en pareja. Como en el caso anterior, también hay cosas buenas y malas. Desde el mundo del sentido común quizá se tienda a pensar que quienes están en estado de soltería lo están porque son tan antipáticos que nadie quiere estar con ellos/as. Siguiendo en la tradición de la Sociología, yo vengo a plantear una hipótesis que puede parecer anti intuitiva. Quienes nos hemos pasado mucho tiempo en estado de soltería somos mucho más amables que la mayoría. Porque sabes que nadie te va a regalar nada, que nadie te debe nada, que no puedes esperar nada de nadie. Sabes que si quieres que el pequeño e intranscendental intercambio humano que puede ser ir a una cafetería sea algo agradable tendrás que ser tú el primero que sea agradable. Tú no tienes pareja, no tienes hijos, no tienes nadie que te aguante: tienes que ser alguien fácil de aguantar, o la gente no te va a soportar. O, dicho de otra manera, hay gente que se puede permitir ser insoportable, tú no. Pero pasemos ahora al lado oscuro, que también lo hay, de ser alguien que no tiene pareja. Mientras más tiempo te pasas sin pareja más difícil es que tengas pareja. La gente piensa que es porque los “solterones”, es decir, quienes llevamos mucho tiempo siendo solteros, acabamos desarrollando muchas manías, somos intransigentes, queremos hacer lo que nos da la gana y no lo aguantamos todo, o no aguantamos nada. Y en eso último tienen toda la razón.



Oye, ¿por qué todos los tíos se quieren acostar conmigo? ¡Si ni siquiera estoy buena! - Bueno, a ver, piensa que, en el mercado en que tú te mueves, que ya tenemos una edad, estás bastante bien, eres medianamente guapa, no tienes hijos ni cargas familiares- ¡Me estás diciendo que no estoy buena! Lo que me faltaba, ahora mismo lo que yo necesito es que me levanten la moral, tú no me entiendes, eres de lo peor. Eso es una transcripción y adaptación de una conversación real. En el mercado en el que yo me muevo tengo la sensación de que lo que buscan muchas mujeres que dicen que buscan una pareja es en realidad alguien que les aguante, me imagino que será parecido cuando quien busca es un hombre. Tengo 50, llevo más de 20 años dando clase en la universidad, a más de 6.000 personas, he viajado, y he vivido durante más de un mes en muchos sitios distintos, y en muchos otros sitios he estado como turista. Si tuviera pareja me gustaría que me gustara (que me resultara atractiva), que me resultara inteligente, interesante y amable. Pero, será que soy poco romántico, o muy realista, no pretendo que sea la mujer más guapa, más inteligente, más amable e interesante del mundo mundial. Y, sin embargo, siento que lo que se espera de mí es que diga: En la vida nunca había conocido a alguien más guapa, inteligente, y con una personalidad más interesante y arrolladora que tú. Y todo a la vez, por supuesto, pobre de ti cómo se pueda intuir que puedes pensar que igual optas por ella porque te gusta su conversación y se la puede mirar a la cara, y no que es la mujer guapa del mundo mundial, por ejemplo. Podría argumentar que he conocido a mujeres tan guapas que han acabado viviendo de ello (en el cine, por ejemplo), que he conocido a mujeres que siendo guapas (quizá no tanto) han acabado dando clases en centros con unos cuantos premios Nobel, y con gente con una personalidad tan interesante que se lleva a la gente de calle. Pero no: no sé si es una particularidad del particular mercado de segunda mano en el que yo me muevo, pero la sensación que yo tengo es que las mujeres con las que me toca relacionarme no quieren que les quieran: quieren que les idolatren. Y supongo que habrá mujeres que podrán decir lo mismo de los hombres. Así que les doy la razón, al menos en mi caso, a quienes piensan que los solterones, como llevamos tanto tiempo siendo solteros, no estamos dispuestos a aguantarlo todo por estar con alguien.




De las sonrisas a los abrazos. Ayer por la mañana fui a ver a mi padre, estaba también mi tía y la hondureña que la cuida. El Alzheimer está ya bastante avanzado. Ya apenas se acuerda de cosas, y está como amodorrado, especialmente por las mañanas. Yo tengo la sensación de que es como un muñeco a pilas al que se le estuvieran apagando las pilas. No sé si se enteró mucho, pero le di un abrazo. Ayer por la tarde fui a ver a mi madre. Como siempre en los últimos dos meses y medio, con miedo. Una vez fui, y me dijo que eso no podía ser, que ella era muy mala, que no fuera a verla nunca más, que hiciéramos como si se hubiera muerto. Otra vez fui y dijo que quién era yo, que no me conocía de nadie. El martes la llevé a consulta a una psiquiatra, en un centro en que, para casos extremos, acogen a pacientes como internos durante períodos cortos, y me decía que eso era una encerrona, que eso era de locos. El jueves por la mañana fui, no me recibió mal, la saqué al parque y al poco apareció mi hermana, con toda la familia, como las de antes (el marido, los dos hijos y una perrita). Dejé pasar un día sin ir, así que ayer iba con miedo. Pero no sé portó mal. Fue conmigo al parte, la abracé, me cogió de la mano, le hice mimos. Como me llamó mi hermana de Barcelona se la puse al teléfono. Llamé a mi otra hermana, para que se pusiera mi sobrino, que ayer cumplió 19 años. Por supuesto, desde el día antes me estaban diciendo que le hiciera un Bizum de regalo de la abuela, lo que es también una manera de decir, sin decirlo, que le haga yo un regalo. Hay que ser iluso, cuando por la mañana empezaba el sábado, que tuve el cambiar la cerradura porque casi me quedo fuera, yo pensaba que igual me iban a decir que fuera a verlo o a comer con ellos. Pero no. Estuve un rato con mi madre, como una hora, y le di unos cuantos abrazos. Hubiera querido que me dieran abrazos a mí. Me volví, aparqué el coche, y para contemplar el atardecer me senté en la terraza del paseo y me tomé una caña. Por el paseo pasó Eduardo “la vida sigue en positivo”. Deportista nato, hace más de una década tuvo un accidente y se quedó en silla de ruedas. Resulta que es de La Isleta, primo de un compañero mío de trabajo, pero lo conozco de las maratones y triatlones, tienen un equipo que se llama justamente así, “la vida sigue en positivo”. Me contó que su mujer se ha sacado una plaza en el ayuntamiento de La Laguna y que ahora están mucho tiempo allí. Qué duro, que tu vida sea correr y los triatlones y con treinta y pico te quedes en silla de ruedas (ahora se centra en nadar). Aunque qué suerte tener alguien ahí que le apoye. Es muy buena gente, muy amable. Su mujer le apoya en la salud y en la enfermedad. Y no creo que sea alguien insoportable, desde su silla transmite energía y positividad a los que podemos correr.



Yo hubiera querido que alguien me abrazara. Pero no es la vida que me tocó. No hace mucho quedé, y hubo algún abrazo. Un par de días después, mientras me hablaba por WhatsApp acerca de si podría haber algo le dije que, si eso me acercaba en 5 minutos por su casa, que estaba cerca. Para qué fue eso. Todos los hombres son iguales, eres penoso, patético, así no me extraña que estés como estás, tú lo único que quieres es venir a echar un polvo, a ver, pero tú de qué vas, o sea, vas de bueno y lo único que quieres es echar un polvo, como todos. Supongo que esa es una de las diferencias entre las personas normales y quienes hemos pasado mucho tiempo en “soltería de larga duración”. Como no tienes a nadie que te reafirme, tienes que confiar siempre en tu propio juicio, aunque siempre contemplas la posibilidad de que seas tú quien esté equivocado. En este caso, te toca pensar que tú crees que te has portado bien, que no has hecho nada malo, y que, si esa persona quiere enfadarse y soltarte culebras por la boca no puedes hacer nada al respecto, salvo pensar que no has hecho nada malo, y permitirte sentirte dolido. Creo que fue tras comer, mientras me tumbé delante de la tele y me disponía a echar una siesta, que me acordé de mi última “pareja”, tres meses, hace ya cuatro. Recuerdo que uno de los motivos de distanciamiento era ése. Yo decía: “no podemos un viernes o sábado sencillamente quedarnos en casa y abrazarnos mientras vemos algo en la tele”. Y no, no podíamos, siempre había que salir. Quizá es sólo mi experiencia personal, pero seguramente va en contra de muchos estereotipos de género. Por un lado, parece que yo quiero quedarme y ellas quieren salir. Por otro, parece que yo lo que más quiero son abrazos, y parece que ellas no pueden entender que a veces se pueden querer abrazos, solo abrazos. Sonrisas. Abrazos. Teoría de la soltería. Una teoría es un intento de explicación de la realidad, que normalmente relaciona fenómenos y conceptos. ¿Por qué mis dos padres tienen distintos tipos de demencia? Mi madre tiene 85, mi padre 83. Mis abuelos murieron con 83 y 94. Existen distintas teorías que intentan explicar la realidad: que si los estilos de vida, que si la predisposición genética, que si los acontecimientos estresantes. Teorías de la soltería. Unas pretenden explicar por qué unas personas están solteras (de larga duración o no) y otras no. Otras pretenden explicar qué efectos tiene la soltería en las personas. Todas pretenden explicar y entender la realidad. Cuando en realidad lo que yo querría es cambiarla. Y si algo sé es que yo no puedo no ser amable, y mientras esté lleno de problemas, nadie será amable conmigo.



 

 

 

 

 

 

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