Pero, entonces… ¿quién soy yo? ¿Quién puedo ser?
Pero, entonces, en el fondo… ¿quién soy? ¿Quién puedo ser?
Cultura, sociedad e individuo.
Anuncio a la entrada de un centro de estudios, agosto 2019
“Una de las ideas que definen nuestra
cultura es la de que podemos ser cualquier cosa que nos propongamos, que para
ser uno de los ganadores en este mundo que nos ha tocado vivir sólo tenemos que
permitirnos soñar, poner nuestra mente a ello y esforzarnos lo bastante. Esta
idea nos bombardea constantemente desde todas partes: nos lo dicen en el cine,
en las historias que nos cuentan en la tele, nos la transmiten nuestros amigos,
las redes sociales, los anuncios y los libros de autoayuda. Tan bombardeados
estamos por esta idea que la acabamos internalizando e incorporando a nuestra
propia idea de quiénes somos (y podemos llegar a ser). Pero no es cierta. Esta
idea es, de hecho, la gran mentira de la era del perfeccionismo. Es la causa de
que miles de millones de seres humanos sufran un malestar personal y
psicológico incalculable. He aquí la verdad que no te contará ningún libro de
autoayuda, ningún famoso gurú de la felicidad ni el guion de ninguna película
de Hollywood: Eres una persona limitada.
Imperfecta. Y no hay nada que puedas hacer al respecto” (Storr, 2017) [1].
Este verano he leído un libro de
lo más interesante, cuyo título, traducido, sería algo así como: “Selfie: cómo los occidentales nos hemos
vuelto tan obsesionados con nuestro yo[2]”.
De cara al próximo curso tendré que ponerme a escribir otro libro, pero de
momento me limitaré algo más corto y liviano, que pueda leerse en una tarde de
verano cuando, despertando de una agradable siesta, y ante la perspectiva de
tener que volver a la rutina en un par de semanas, nos dé por preguntarnos:
¿por qué llevo la vida que llevo? ¿es la vida que me tocó, la que elegí, es la
vida que les toca vivir a quienes son como yo? Cuando empieza el curso les hago
a mis alumnos tres preguntas, que creo que se relacionan con las que acabo de
mencionar: 1) por qué estás aquí, 2) qué factores de tu contexto crees que
pueden influir en que tengas éxito en tu carrera y 3) cómo imaginas tu vida de
aquí a veinte años. ¿Por qué llevamos la vida que llevamos? La vida puede
entenderse como una partida de cartas, en la cual que acabes cursando una
carrera u otra, desarrollando una u otra carrera profesional, teniendo una vida
u otra, depende tanto de las cartas que te tocaron en el reparto como de la
manera en que has jugado tus cartas y de las reglas de la partida que te ha
tocado jugar (las circunstancias) [3]. Pese a lo que digan los anuncios, ningún
joven puede decidir hoy lo que será mañana: lo que acabará siendo será el
resultado de sus decisiones y de lo que le acabe pasando o, como se decía
antiguamente, "uno propone y Dios
dispone". En cuanto a lo de “Dios
dispone", lo que te acaba pasando en la vida depende, en gran medida,
de las reglas con las que te toca jugar y de las cartas que te tocaron en la
partida de la vida. Algunas de esas cuestiones se tratan en los cursos de Sociología:
los temas que se suelen denominar "Estructura Social" y "Cambio
Social" tratan justamente de las cuestiones de las reglas del juego
(social) y de cómo éstas cambian, y, por lo tanto, pueden ayudar a quienes los
estudien (y se enteren de algo) a hacerse alguna idea acerca de lo que puede
influenciar tu carrera profesional y tu vida en el futuro. Ahora bien, respecto
a lo de “uno propone”, para intentar
hacerse una idea mejor de por qué jugamos a los juegos que jugamos, es
necesario tratar cuestiones como las que hacen referencia a la personalidad, y
en qué medida ésta puede tener algo de genético, a las cuales la Sociología ha
sido tradicionalmente un tanto reacia, y que han sido tratadas por disciplinas
de desarrollo reciente como la psicología evolutiva, la psicología de la personalidad
y las neurociencias.
Para hacer la lectura más amena y
propia de una tarde de verano pasemos de lo abstracto a lo concreto. Del
genérico “quiénes somos” al concreto ¿quién soy yo? ¿quién puedo llegar a ser?O
mejor, que ya tengo una edad: ¿quién quería ser? y ¿en qué me he convertido?
Tras hacer, durante un viaje de una
semana, algunas de las cosas que hacía de pequeño cuando mis padres me llevaban
de viaje[4],
y antes de pasar horas
haciendo deporte por donde lo
hacía cuando era adolescente[5],
este verano ayudé a mi madre a preparar
para alquilar uno de los pisos en los que yo he vivido. Los anteriores
inquilinos habían retirado y puesto en cajas en el trastero un montón de cosas
que había en el piso. Algunas se llevaron al Punto Limpio, otras se donaron,
otras se llevaron para casa de mi madre o para repartir con mis hermanas. Y la
Enciclopedia Espasa Calpe decidí colocarla en las estanterías, pensando que, si
bien de poco serviría a las estudiantes que ahora serían inquilinas, al menos
quedaría bonita en la estantería. Así que, supongo que por la combinación de
todo ello, en una de esas tardes de siesta de verano recordé que, el algún
momento de mi adolescencia, lo que yo hubiera querido era aprovechar todo el
potencial que me decían que tenía (que a mí de pequeño me decían que era muy
listo y que tenía mucho potencial) para convertirme en alguien de provecho, una
persona que hubiera hecho una aportación al mundo lo suficientemente
significativa como para que fuera reconocida con una entrada en la
enciclopedia.
Una versión amplia de la Espasa Calpe |
¿Qué tipo de persona había que
ser para convertirse en alguien que acabara saliendo en la Enciclopedia? Cuando
yo era niño en las enciclopedias aparecían personas como Beethoven o Mozart,
Marconi, Thomas A. Edison, Michelangelo Buonarrotti, Hernán Cortes o Cristóbal
Colón. Era también el tipo de personas que se nos ponían de ejemplo a las
personas que fuimos criadas en España en la segunda mitad del siglo XX[6].
Desde Everest a Susaeta o Santillana, todas las editoriales que tenían publicaciones
enfocadas al público juvenil incluían alguna colección de biografías, que se
ofrecían a los niños como un “abanico de modelos” de personas a las que imitar.
A la pregunta: ¿a ti qué te gustaría ser
de mayor? la primera respuesta mía que recuerdo (que se recuerda en mi
familia) es la de “yo de mayor quiero ser
inventor”. Y mi idea venía ejemplificada en Ungenio Tarconi[7],
personaje de Disney que aparecía en las historias del Pato Donald, los tres
sobrinitos y el tío Gilito, cuyo manual, junto a los “Manuales de los Jóvenes
Castores”, tenía siempre a mano. Supongo que quería ser inventor porque, en mi
mente infantil, un inventor era persona inteligente que creaba “inventos” que
mejoraban la vida de la humanidad. Claro que seguramente en ello tenía algo que
ver el hecho de que mi padre fuera ingeniero, y que su padre, a quien no llegué
a conocer, había sido maestro de escuela. Y mis ideas infantiles también fueron
influenciadas, en gran medida, por los viajes por Europa a los que con 8, 10 y
12 años, me llevaron mis padres, visitando muchos de los lugares dignos de ser
conocidos: Roma y París, Florencia y Bonn, Bruselas y Viena. Como dice Storr,
de una manera muy sugestiva, en realidad nuestro “yo” no es tan nuestro como
nos pensamos, sino que está habitado por antepasados, algunos de los cuales ni
siquiera llegamos a conocer (mi abuelo, maestro de escuela) y por nuestra
cultura (que dicta “lo que son lugares dignos de ser conocidos).
Quizá porque quizá en el fondo sí
que era listo[8] pronto
me di cuenta de que por las limitaciones quizá sería mejor que cambiara mi
respuesta a lo de “qué quieres ser de mayor”.
A medida que fui pasando de curso me di cuenta de que, pese a que el nombrete que me pusieron en el
colegio era el de “Enciclopedia[9]”,
la mía debía de ser una enciclopedia con más entradas dedicadas a la música,
las artes y la historia que a las matemáticas y la física, materias que
parecían costarme más. Y, quizá porque era una carrera que parecía combinar la
ingeniería con el arte, quizá porque en los primeros tomos de todas las
enciclopedias siempre había entradas dedicadas a Alvar Aalto, arquitecto
finlandés, y a la propia arquitectura, la primera carrera en que me matriculé
fue justamente la de arquitectura. No duré ni un curso y cinco años después de
haber empezado en la carrera de arquitectura estaba terminando la de
Sociología. La sociología me ofreció una salida a una de las cosas que más me
inquietaban. Recuerdo que siempre sentía que, hiciera lo que hiciera, tenía que
hacerlo bien, muy bien. Como en su momento le decía mi abuela a mi padre, que
tenía que ser el mejor, a mí estudiar Sociología me permitió ser uno de los
mejores de la clase, en Arquitectura creo que nunca habría pasado de ser “uno
más”. La obsesión por el perfeccionismo, por ser el mejor, por la
competitividad, que Storr relaciona con la cultura contemporánea de raíz
anglosajona, ya estaba presente en la educación de mi padre, educado en plena
época franquista como hijo de un maestro de escuela. Entre Arquitectura,
Sociología u otras carreras, dónde vamos a comparar. Puede que la Sociología
pareciera una carrera sin muchas salidas, no como, por ejemplo, Empresariales.
Pero Empresariales seguramente me habría costado más, y no me habría permitido
destacar tanto. Puede que, en mi época, las enciclopedias no tuvieran muchas
entradas dedicadas a la sociología o a sociólogos (creo que a sociólogas
mujeres, ninguna), pero parecía mucho más posible entrar en la enciclopedia
siendo uno de los mejores sociólogos de mi clase que no siendo tan sólo uno
estudiante de Empresariales que se hubiera limitado a ir sacando sus cursos.
John Vasconcellos: parte de nuestra idea (errónea) del yo es culpa suya... |
Pero de todo eso hace ya bastante
tiempo. Por un lado, me he convertido en cosas que siempre pensé que sería,
puede que no desde aquellos lejanos tiempos en que soñaba con ser un inventor
como Ungenio Tarconi, pero sí en cualquier caso desde hace mucho tiempo. Por
otro lado, jamás he llegado a ser cosas que siempre pensé que sería, al menos
un “siempre” tan lejano como el anterior. Last
but not least, también me he convertido en cosas que nunca pensé que sería.
Y muchas de estas cosas han sido sorpresas agradables… Entonces, en definitiva…
¿Quién soy? ¿Quién puedo llegar a ser? La lectura del libro de Will Storr me ha
enseñado cosas nuevas y recordado otras que ya sabía. En cierto sentido,
plantearse “quién soy” es una mala pregunta, pues el yo, ese yo auténtico,
único, y con un montón de características, es un mito occidental. Algunas de
las ideas que se han utilizado, en los últimos 40 años, como bloques con los
que construir nuestra identidad, son sencillamente falsas. Hacia mitad de la
década de 1980, en California,[10]
surgió la idea de que es importante que desarrollemos nuestra autoestima. De
hecho, inspirado en las ideas de Carl Rogers, y promovido por John
Vasconcellos, en dicho estado se desarrolló por entonces un programa estatal
para promover la autoestima, que luego se ha generalizado por todo el mundo, y como
resultado de todo ello los que damos clase ahora nos encontramos con
generaciones que han sido criadas bajo el supuesto que lo mejor que podían
hacer los padres por los hijos era fomentar la autoestima y no aprender a
reconocer sus limitaciones. Pues toda
esa idea de que es importante fomentar la autoestima, y que cuanto más
autoestima mejor, es sencillamente falsa[11].
De Colón a las Kardashians: ejemplos de vida que se nos ponen para construir nuestro "yo" |
Cuando yo era niño lo que quería
ser de mayor era alguien que saliera en la Enciclopedia, y ahora que llego a la
media edad resulta que las Enciclopedias prácticamente no existen[12].
Recuerdo que, en su momento, cuando me enteré que la Enciclopedia había estado
en el índice de los libros prohibidos por la Iglesia Católica me resultó muy
extraño, pues para mí, la enciclopedia, que recogía los saberes, la historia y
la vida de las personas “verdaderamente importantes” era algo poco menos que
sagrado. Con el tiempo, estudiar sociología me ha servido para entender que
toda clasificación es, hasta cierto punto, arbitraria, y que depende del punto
de vista de quien lo hace. Quizá mi “rol model” fuera Ungenio Tarconi, mientras
que ahora hay adolescentes que aprenden a ver lo que se presenta en reality shows como Las Kardashians o Sálvame como modelos a imitar, y aunque
yo pueda preferir unos modelos a otros eso no quita para que vea que siempre
hay una elección. Aunque yo no tenga entrada en Wikipedia, ni me preocupe,
supongo que si quisiera, con lo mucho o poco (más bien esto último) que hasta
ahora he aportado (básicamente como profesor de Sociología) podría tener una
entrada en Wikipedia que recoja mis obras y aportaciones[13].
Con lo cual, volviendo a mis sueños de niñez, si aún los siguiera manteniendo
podría decir que los he logrado. Si las enciclopedias siguieran siendo
importantes, y me hubiera preocupado por hacer los contactos necesarios, seguro
que al menos una entrada en una “Enciclopedia Canaria de Ciencias Sociales”
podría tener…Claro está, que, en el fondo, de lo que me doy cuenta es de que
eso ya no me preocupa mucho, lo cual podría interpretarse también como que, de
alguna manera, el “quién soy” ha acabado cambiando con el tiempo. O quizá es
tan sólo que yo no soy quien creía ser, o siendo mucho más precisos en el
lenguaje: que las herramientas conceptuales que me ha dado mi sociedad para
entender, en los últimos 40 años, para entenderme a mí mismo, no eran
adecuadas. Empezando por el propio concepto de yo (self). La idea del yo, en la
que nuestra sociedad cree fervientemente, presupone que cada quien tiene un “yo
profundo” que le lleva a comportarse de una manera u otra, en último término, a
vivir un tipo de vidas u otras. En su libro, Will Storr narra cómo, desde la
época de los griegos se ha desarrollado en Occidente una idea individualista
del yo, que él llama “the perfectible self”: las personas son individuos, cuentan
los sujetos y no el contexto, y el yo, a través de esfuerzos y penalidades, es
capaz de mejorarse a sí mismo. Pero, además, en la concepción actual del yo
también se tiende a creer, también fervientemente, que hay algo de valioso en
el yo más íntimo de cada persona humana. Es lo que Storr llama "The Good
Self", corriente de pensamiento que arranca con la psicología humanista de
mitad del siglo XX (Carl Rogers y Abraham Maslow son algunos de los seguidores
de esta corriente más conocidos). En la base de esta idea está la creencia en
que cada ser humano es único, personal e irrepetible. Junto con la corriente
algo posterior desarrollada en las décadas de 1960 y 1970 en California en
torno al Movimiento del Potencial Humano y el Instituto Esalen, que W. Storr
llama "the special self". Estas dos corrientes combinadas han llevado
a que lo que en la actualidad tengamos una concepción del yo que nos hace estar
un poco locos. Porque, o bien es cierto aquello que se dice a menudo de "puedes ser todo lo que te propongas, lo
único que cuenta es el esfuerzo" o bien es cierto esa otra cosa que
también decimos a menudo: "tienes un
talento tan grande que podrías ser un auténtico genio de... (la música, el
deporte o lo que le guste a cada quien". ¿En qué quedamos? ¿Lo que
cuenta es el esfuerzo o lo que cuenta es el talento? Lo cierto es que vas
cumpliendo años, y llega un momento en que, parafraseando a Storr,
“Te levantas una mañana y te das cuenta de
que no eres esa persona que querías ser. Eres alguien distinto. Te preguntas
cómo ha pasado. Miras hacia detrás en tu vida, que te parece como un conjunto enorme
de elecciones que has hecho, la mayoría de las cuales parecieron correctas en
su momento, quizá incluso inevitables pero que, una a una, han ido estrechando
tu camino. Y ahora tienes 28, 47 o 68 años, y te das cuenta de que eres un tipo
de persona muy particular, con un conjunto de defectos y fortalezas muy
particular, una visión del mundo particular y un abanico de estados de ánimo y de
modos de comportarte particular. Cuando eras joven el futuro parecía estar completamente
abierto, que podrías ser quien decidieras ser. Pero en lo que te has convertido
es en algo que es un poco como tu madre, un poco como tu padre y con un barniz
de modernidad por encima (…) Lo cierto es que tu yo está poseído, en el fondo,
por las almas de tus antepasados muertos, algunos de los cuales ni siquiera
llegaste a conocer, y son éstos, junto a los fantasmas de la cultura en que te
tocó nacer, y las circunstancias que te han tocado vivir, quienes han tomado la
mayoría de las decisiones que has tomado en tu vida. Por eso, una mañana te
levantas y te das cuenta de que no eres la persona que querías ser, sino alguien
distinto de quien alguna vez soñaste ser (Storr, 2017[14]).
Hay una conocida frase “inspiracional”
que dice: “no sueñes tu vida, vive tus
sueños”? En el último capítulo de su libro, a través de conceptos extraídos
de la psicología de la personalidad (su referencia fundamental es el libro de Neetle,
“Personality”) salva de alguna forma el concepto de yo: quizá sí que haya algo
que pueda llamarse “nuestro yo”. ¿Quién soy, quién puedo llegar a ser? Pues,
quien quiera saber más, que esté atento y lea mi próximo libro. Que así, predicando
con el ejemplo, demostraré que aún hay cosas que sí que puedo ser: convertirme en
un autor de éxito. Que, de momento, esto ya es bastante lectura para una tarde
de verano.
[1]
Traducción y adaptación libre de un fragmento del libro de Storr. El original dice: One of the dictums
that defines our culture is that we can be anything we want to be – to win the
neoliberal game we just have to dream, to put our minds to it, to want it badly
enough. This message leaks out to us from seemingly everywhere in our
environment: at the cinema, in heart-warming and inspiring stories we read in
the news and social media, in advertising, in self-help books, in the
classroom, on television. We internalize it, incorporating it into our sense of
self. But it’s not true. It is, in fact, the dark lie at the heart of the age
of perfectionism. It’s the cause, I believe, of an incalculable quotient of
misery. Here’s the truth that no million-selling self-help book, famous
motivational speaker, happiness guru or blockbusting Hollywood screenwriter
seems to want you to know. You’re limited. Imperfect. And there’s nothing you
can do about it.
[2] Sí, soy
de ese tipo de personas a las que les gusta, aún verano, leer libros que hagan
pensar, y en idiomas extranjeros…. El original es: Storr, W. (2017). Selfie:
How the West became self-obsessed, Londres, Pan Macmillan, que yo sepa no está
traducido al español.
[3]Tema que
desarrollo en mi libro: La vida:
objetivo y reglas del juego: una aproximación desde las Ciencias Sociales.
Quien quiera lo encuentra en Google…
[4] Ver, por
ejemplo, cuadros en la Scottish National Gallery, en Edimburgo, Escocia.
[5] Montando
en bici (antes) y ahora además corriendo y nadando, por el sur de Gran Canaria
[6] Había un
subgénero de literatura juvenil denominado “Vidas Ejemplares”, que si bien al
principio tenía un carácter esencialmente católico (las vidas ejemplares eran
las de los santos, y se les enseñaba a los niños para que aprendieran
“santidad”) con el tiempo fue adquiriendo un carácter más laico.
[7] También
conocido en la América de habla hispana como Ciro Peraloca o Giro Sintornillos,
su nombre original en inglés era Gyro Gearlosse, personaje creado en 1952 por
Carl Barks para Disney, véase https://en.wikipedia.org/wiki/Gyro_Gearloose
[8] Nunca me
creí el mito contemporáneo de que “puedes
ser todo lo que desees”, tema que trataremos posteriormente.
[9] Supongo
que porque, entre los viajes y todo lo que me gusta leer, parecía saber lo que
había que saber. También en el colegio me llamaban soplamocos, porque con 12
años me cogió una tosferina que, entre eso y la alergia, me tuvo sonándome todo
el rato hasta mucho después de que terminara mi adolescencia.
[10] Justamente
aquella parte del planeta en que han surgido muchas de las innovaciones que han
hecho que nuestro mundo sea hoy como lo conocemos Desde los pantalones vaqueros
de Levi’s a las películas producidas en Hollywood en la primera mitad del siglo
XX a Google, Apple o Facebook en la actualidad, California es el lugar desde el
que han surgido muchas de las innovaciones que han hecho que nuestro mundo sea
hoy como lo conocemos. Storr apunta que es también aquel lugar en que el mito
del yo (self) ha tenido mayor implantación.
[11] En su
libro, Storr narra cómo la propuesta legislativa, supuestamente, se basaba en
un informe realizado por la Universidad de California, dirigido por el
especialista en sociología económica Neil Smelser (cuyos libros he usado yo
tanto) que apoyaba “científicamente” la idea de que lo mejor que se puede hacer
para construir un mundo mejor es fomentar la autoestima desde la infancia. El
informe no decía eso, sino más bien al contrario: la evidencia empírica
existente no permite afirmar que esto sea así.
[12] La
Enciclopedia Británica dejó de publicarse en papel en 2012, y en lo que
podríamos decir que es el equivalente actual, la Wikipedia, casi cualquiera
puede tener una entrada, por criterios que distan bastante de los que llevaban
a alguien a salir en las enciclopedias en papel. Sobre la Enciclopedia
Británica, véase: https://www.genbeta.com/web/la-wikipedia-acaba-con-la-enciclopedia-britanica
[13] Cosa
que, en realidad, no es muy distinto de lo que se puede encontrar en Google
Académico o en otros ránkings similares.
[14]
Traducción y adaptación bastante libre de un fragmento del libro de Will Storr.
El original dice: So, you wake up one morning and realize that
you’re not the person you wanted to be. You’re someone else. You wonder how it
happened. You look back upon your life, which appears to you as a
caterpillar-track of choices you’ve made, most of which seemed right at the
time- perhaps even inevitable- but that, one by one, have narrow your corridor.
And now you’re twenty-eight of thirty-five or forty-seven or fifty-two or
sixty-eight and you find yourself a very particular kind of person, with a very
particular set of strengths and flaws, a particular worldview and a particular
palette of moods and responses. When you were young, it seemed as if the future
was as open as the prairie, that you could roam wherever you wanted, be whoever
you decided. But what you’ve turned into is something like your mother,
something like your father, but with a new layer on top that makes you feel
more modern, more “switched on”, perhaps even a little bit smarter. If you were
feeling specially dour, and if this morning happened to be notably gun-grey and
mizzling, you might conclude that you’re nothing more than a neoliberal update
of your parents. This might be going too far. But it does suggest that your
choices might not have been as free as they’felt; that they’d been made under a
heavy yet invisible genetic influence; that your soul is possessed by dead
ancestors, who, working in conspiracy whith the ghost of your culture, mostly
win.
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