Pero, entonces… ¿quién soy yo? ¿Quién puedo ser?


Pero, entonces, en el fondo… ¿quién soy? ¿Quién puedo ser?

Cultura, sociedad e individuo.

 Manuel Ángel Santana Turégano, agosto de 2019.


Anuncio a la entrada de un centro de estudios, agosto 2019


“Una de las ideas que definen nuestra cultura es la de que podemos ser cualquier cosa que nos propongamos, que para ser uno de los ganadores en este mundo que nos ha tocado vivir sólo tenemos que permitirnos soñar, poner nuestra mente a ello y esforzarnos lo bastante. Esta idea nos bombardea constantemente desde todas partes: nos lo dicen en el cine, en las historias que nos cuentan en la tele, nos la transmiten nuestros amigos, las redes sociales, los anuncios y los libros de autoayuda. Tan bombardeados estamos por esta idea que la acabamos internalizando e incorporando a nuestra propia idea de quiénes somos (y podemos llegar a ser). Pero no es cierta. Esta idea es, de hecho, la gran mentira de la era del perfeccionismo. Es la causa de que miles de millones de seres humanos sufran un malestar personal y psicológico incalculable. He aquí la verdad que no te contará ningún libro de autoayuda, ningún famoso gurú de la felicidad ni el guion de ninguna película de Hollywood: Eres una persona limitada. Imperfecta. Y no hay nada que puedas hacer al respecto” (Storr, 2017) [1].

Este verano he leído un libro de lo más interesante, cuyo título, traducido, sería algo así como: “Selfie: cómo los occidentales nos hemos vuelto tan obsesionados con nuestro yo[2]”. De cara al próximo curso tendré que ponerme a escribir otro libro, pero de momento me limitaré algo más corto y liviano, que pueda leerse en una tarde de verano cuando, despertando de una agradable siesta, y ante la perspectiva de tener que volver a la rutina en un par de semanas, nos dé por preguntarnos: ¿por qué llevo la vida que llevo? ¿es la vida que me tocó, la que elegí, es la vida que les toca vivir a quienes son como yo? Cuando empieza el curso les hago a mis alumnos tres preguntas, que creo que se relacionan con las que acabo de mencionar: 1) por qué estás aquí, 2) qué factores de tu contexto crees que pueden influir en que tengas éxito en tu carrera y 3) cómo imaginas tu vida de aquí a veinte años. ¿Por qué llevamos la vida que llevamos? La vida puede entenderse como una partida de cartas, en la cual que acabes cursando una carrera u otra, desarrollando una u otra carrera profesional, teniendo una vida u otra, depende tanto de las cartas que te tocaron en el reparto como de la manera en que has jugado tus cartas y de las reglas de la partida que te ha tocado jugar (las circunstancias) [3].  Pese a lo que digan los anuncios, ningún joven puede decidir hoy lo que será mañana: lo que acabará siendo será el resultado de sus decisiones y de lo que le acabe pasando o, como se decía antiguamente, "uno propone y Dios dispone". En cuanto a lo de “Dios dispone", lo que te acaba pasando en la vida depende, en gran medida, de las reglas con las que te toca jugar y de las cartas que te tocaron en la partida de la vida. Algunas de esas cuestiones se tratan en los cursos de Sociología: los temas que se suelen denominar "Estructura Social" y "Cambio Social" tratan justamente de las cuestiones de las reglas del juego (social) y de cómo éstas cambian, y, por lo tanto, pueden ayudar a quienes los estudien (y se enteren de algo) a hacerse alguna idea acerca de lo que puede influenciar tu carrera profesional y tu vida en el futuro. Ahora bien, respecto a lo de “uno propone”, para intentar hacerse una idea mejor de por qué jugamos a los juegos que jugamos, es necesario tratar cuestiones como las que hacen referencia a la personalidad, y en qué medida ésta puede tener algo de genético, a las cuales la Sociología ha sido tradicionalmente un tanto reacia, y que han sido tratadas por disciplinas de desarrollo reciente como la psicología evolutiva, la psicología de la personalidad y las neurociencias.



Para hacer la lectura más amena y propia de una tarde de verano pasemos de lo abstracto a lo concreto. Del genérico “quiénes somos” al concreto ¿quién soy yo? ¿quién puedo llegar a ser?O mejor, que ya tengo una edad: ¿quién quería ser? y ¿en qué me he convertido? Tras hacer, durante  un viaje de una semana, algunas de las cosas que hacía de pequeño cuando mis padres me llevaban de viaje[4], y antes de  pasar  horas  haciendo deporte por donde  lo hacía cuando  era adolescente[5], este verano ayudé a mi madre a preparar  para alquilar uno de los pisos en los que yo he vivido. Los anteriores inquilinos habían retirado y puesto en cajas en el trastero un montón de cosas que había en el piso. Algunas se llevaron al Punto Limpio, otras se donaron, otras se llevaron para casa de mi madre o para repartir con mis hermanas. Y la Enciclopedia Espasa Calpe decidí colocarla en las estanterías, pensando que, si bien de poco serviría a las estudiantes que ahora serían inquilinas, al menos quedaría bonita en la estantería. Así que, supongo que por la combinación de todo ello, en una de esas tardes de siesta de verano recordé que, el algún momento de mi adolescencia, lo que yo hubiera querido era aprovechar todo el potencial que me decían que tenía (que a mí de pequeño me decían que era muy listo y que tenía mucho potencial) para convertirme en alguien de provecho, una persona que hubiera hecho una aportación al mundo lo suficientemente significativa como para que fuera reconocida con una entrada en la enciclopedia.

Una versión amplia de la Espasa Calpe


¿Qué tipo de persona había que ser para convertirse en alguien que acabara saliendo en la Enciclopedia? Cuando yo era niño en las enciclopedias aparecían personas como Beethoven o Mozart, Marconi, Thomas A. Edison, Michelangelo Buonarrotti, Hernán Cortes o Cristóbal Colón. Era también el tipo de personas que se nos ponían de ejemplo a las personas que fuimos criadas en España en la segunda mitad del siglo XX[6]. Desde Everest a Susaeta o Santillana, todas las editoriales que tenían publicaciones enfocadas al público juvenil incluían alguna colección de biografías, que se ofrecían a los niños como un “abanico de modelos” de personas a las que imitar. A la pregunta: ¿a ti qué te gustaría ser de mayor? la primera respuesta mía que recuerdo (que se recuerda en mi familia) es la de “yo de mayor quiero ser inventor”. Y mi idea venía ejemplificada en Ungenio Tarconi[7], personaje de Disney que aparecía en las historias del Pato Donald, los tres sobrinitos y el tío Gilito, cuyo manual, junto a los “Manuales de los Jóvenes Castores”, tenía siempre a mano. Supongo que quería ser inventor porque, en mi mente infantil, un inventor era persona inteligente que creaba “inventos” que mejoraban la vida de la humanidad. Claro que seguramente en ello tenía algo que ver el hecho de que mi padre fuera ingeniero, y que su padre, a quien no llegué a conocer, había sido maestro de escuela. Y mis ideas infantiles también fueron influenciadas, en gran medida, por los viajes por Europa a los que con 8, 10 y 12 años, me llevaron mis padres, visitando muchos de los lugares dignos de ser conocidos: Roma y París, Florencia y Bonn, Bruselas y Viena. Como dice Storr, de una manera muy sugestiva, en realidad nuestro “yo” no es tan nuestro como nos pensamos, sino que está habitado por antepasados, algunos de los cuales ni siquiera llegamos a conocer (mi abuelo, maestro de escuela) y por nuestra cultura (que dicta “lo que son lugares dignos de ser conocidos).


 
Ungenio Tarconi, mi primer "role model"


Quizá porque quizá en el fondo sí que era listo[8] pronto me di cuenta de que por las limitaciones quizá sería mejor que cambiara mi respuesta a lo de “qué quieres ser de mayor”.  A medida que fui pasando de curso me di cuenta de que,  pese a que el nombrete que me pusieron en el colegio era  el de “Enciclopedia[9]”, la mía debía de ser una enciclopedia con más entradas dedicadas a la música, las artes y la historia que a las matemáticas y la física, materias que parecían costarme más. Y, quizá porque era una carrera que parecía combinar la ingeniería con el arte, quizá porque en los primeros tomos de todas las enciclopedias siempre había entradas dedicadas a Alvar Aalto, arquitecto finlandés, y a la propia arquitectura, la primera carrera en que me matriculé fue justamente la de arquitectura. No duré ni un curso y cinco años después de haber empezado en la carrera de arquitectura estaba terminando la de Sociología. La sociología me ofreció una salida a una de las cosas que más me inquietaban. Recuerdo que siempre sentía que, hiciera lo que hiciera, tenía que hacerlo bien, muy bien. Como en su momento le decía mi abuela a mi padre, que tenía que ser el mejor, a mí estudiar Sociología me permitió ser uno de los mejores de la clase, en Arquitectura creo que nunca habría pasado de ser “uno más”. La obsesión por el perfeccionismo, por ser el mejor, por la competitividad, que Storr relaciona con la cultura contemporánea de raíz anglosajona, ya estaba presente en la educación de mi padre, educado en plena época franquista como hijo de un maestro de escuela. Entre Arquitectura, Sociología u otras carreras, dónde vamos a comparar. Puede que la Sociología pareciera una carrera sin muchas salidas, no como, por ejemplo, Empresariales. Pero Empresariales seguramente me habría costado más, y no me habría permitido destacar tanto. Puede que, en mi época, las enciclopedias no tuvieran muchas entradas dedicadas a la sociología o a sociólogos (creo que a sociólogas mujeres, ninguna), pero parecía mucho más posible entrar en la enciclopedia siendo uno de los mejores sociólogos de mi clase que no siendo tan sólo uno estudiante de Empresariales que se hubiera limitado a ir sacando sus cursos.


John Vasconcellos: parte de nuestra idea (errónea) del yo es culpa suya...



Pero de todo eso hace ya bastante tiempo. Por un lado, me he convertido en cosas que siempre pensé que sería, puede que no desde aquellos lejanos tiempos en que soñaba con ser un inventor como Ungenio Tarconi, pero sí en cualquier caso desde hace mucho tiempo. Por otro lado, jamás he llegado a ser cosas que siempre pensé que sería, al menos un “siempre” tan lejano como el anterior. Last but not least, también me he convertido en cosas que nunca pensé que sería. Y muchas de estas cosas han sido sorpresas agradables… Entonces, en definitiva… ¿Quién soy? ¿Quién puedo llegar a ser? La lectura del libro de Will Storr me ha enseñado cosas nuevas y recordado otras que ya sabía. En cierto sentido, plantearse “quién soy” es una mala pregunta, pues el yo, ese yo auténtico, único, y con un montón de características, es un mito occidental. Algunas de las ideas que se han utilizado, en los últimos 40 años, como bloques con los que construir nuestra identidad, son sencillamente falsas. Hacia mitad de la década de 1980, en California,[10] surgió la idea de que es importante que desarrollemos nuestra autoestima. De hecho, inspirado en las ideas de Carl Rogers, y promovido por John Vasconcellos, en dicho estado se desarrolló por entonces un programa estatal para promover la autoestima, que luego se ha generalizado por todo el mundo, y como resultado de todo ello los que damos clase ahora nos encontramos con generaciones que han sido criadas bajo el supuesto que lo mejor que podían hacer los padres por los hijos era fomentar la autoestima y no aprender a reconocer sus limitaciones.  Pues toda esa idea de que es importante fomentar la autoestima, y que cuanto más autoestima mejor, es sencillamente falsa[11].



De Colón a las Kardashians: ejemplos de vida que se nos ponen para construir nuestro "yo"


Cuando yo era niño lo que quería ser de mayor era alguien que saliera en la Enciclopedia, y ahora que llego a la media edad resulta que las Enciclopedias prácticamente no existen[12]. Recuerdo que, en su momento, cuando me enteré que la Enciclopedia había estado en el índice de los libros prohibidos por la Iglesia Católica me resultó muy extraño, pues para mí, la enciclopedia, que recogía los saberes, la historia y la vida de las personas “verdaderamente importantes” era algo poco menos que sagrado. Con el tiempo, estudiar sociología me ha servido para entender que toda clasificación es, hasta cierto punto, arbitraria, y que depende del punto de vista de quien lo hace. Quizá mi “rol model” fuera Ungenio Tarconi, mientras que ahora hay adolescentes que aprenden a ver lo que se presenta en reality shows como Las Kardashians  o Sálvame como modelos a imitar, y aunque yo pueda preferir unos modelos a otros eso no quita para que vea que siempre hay una elección. Aunque yo no tenga entrada en Wikipedia, ni me preocupe, supongo que si quisiera, con lo mucho o poco (más bien esto último) que hasta ahora he aportado (básicamente como profesor de Sociología) podría tener una entrada en Wikipedia que recoja mis obras y aportaciones[13]. Con lo cual, volviendo a mis sueños de niñez, si aún los siguiera manteniendo podría decir que los he logrado. Si las enciclopedias siguieran siendo importantes, y me hubiera preocupado por hacer los contactos necesarios, seguro que al menos una entrada en una “Enciclopedia Canaria de Ciencias Sociales” podría tener…Claro está, que, en el fondo, de lo que me doy cuenta es de que eso ya no me preocupa mucho, lo cual podría interpretarse también como que, de alguna manera, el “quién soy” ha acabado cambiando con el tiempo. O quizá es tan sólo que yo no soy quien creía ser, o siendo mucho más precisos en el lenguaje: que las herramientas conceptuales que me ha dado mi sociedad para entender, en los últimos 40 años, para entenderme a mí mismo, no eran adecuadas. Empezando por el propio concepto de yo (self). La idea del yo, en la que nuestra sociedad cree fervientemente, presupone que cada quien tiene un “yo profundo” que le lleva a comportarse de una manera u otra, en último término, a vivir un tipo de vidas u otras. En su libro, Will Storr narra cómo, desde la época de los griegos se ha desarrollado en Occidente una idea individualista del yo, que él llama “the perfectible self”: las personas son individuos, cuentan los sujetos y no el contexto, y el yo, a través de esfuerzos y penalidades, es capaz de mejorarse a sí mismo. Pero, además, en la concepción actual del yo también se tiende a creer, también fervientemente, que hay algo de valioso en el yo más íntimo de cada persona humana. Es lo que Storr llama "The Good Self", corriente de pensamiento que arranca con la psicología humanista de mitad del siglo XX (Carl Rogers y Abraham Maslow son algunos de los seguidores de esta corriente más conocidos). En la base de esta idea está la creencia en que cada ser humano es único, personal e irrepetible. Junto con la corriente algo posterior desarrollada en las décadas de 1960 y 1970 en California en torno al Movimiento del Potencial Humano y el Instituto Esalen, que W. Storr llama "the special self". Estas dos corrientes combinadas han llevado a que lo que en la actualidad tengamos una concepción del yo que nos hace estar un poco locos. Porque, o bien es cierto aquello que se dice a menudo de "puedes ser todo lo que te propongas, lo único que cuenta es el esfuerzo" o bien es cierto esa otra cosa que también decimos a menudo: "tienes un talento tan grande que podrías ser un auténtico genio de... (la música, el deporte o lo que le guste a cada quien". ¿En qué quedamos? ¿Lo que cuenta es el esfuerzo o lo que cuenta es el talento? Lo cierto es que vas cumpliendo años, y llega un momento en que, parafraseando a Storr,

“Te levantas una mañana y te das cuenta de que no eres esa persona que querías ser. Eres alguien distinto. Te preguntas cómo ha pasado. Miras hacia detrás en tu vida, que te parece como un conjunto enorme de elecciones que has hecho, la mayoría de las cuales parecieron correctas en su momento, quizá incluso inevitables pero que, una a una, han ido estrechando tu camino. Y ahora tienes 28, 47 o 68 años, y te das cuenta de que eres un tipo de persona muy particular, con un conjunto de defectos y fortalezas muy particular, una visión del mundo particular y un abanico de estados de ánimo y de modos de comportarte particular. Cuando eras joven el futuro parecía estar completamente abierto, que podrías ser quien decidieras ser. Pero en lo que te has convertido es en algo que es un poco como tu madre, un poco como tu padre y con un barniz de modernidad por encima (…) Lo cierto es que tu yo está poseído, en el fondo, por las almas de tus antepasados muertos, algunos de los cuales ni siquiera llegaste a conocer, y son éstos, junto a los fantasmas de la cultura en que te tocó nacer, y las circunstancias que te han tocado vivir, quienes han tomado la mayoría de las decisiones que has tomado en tu vida. Por eso, una mañana te levantas y te das cuenta de que no eres la persona que querías ser, sino alguien distinto de quien alguna vez soñaste ser (Storr, 2017[14]).

Hay una conocida frase “inspiracional” que dice: “no sueñes tu vida, vive tus sueños”? En el último capítulo de su libro, a través de conceptos extraídos de la psicología de la personalidad (su referencia fundamental es el libro de Neetle, “Personality”) salva de alguna forma el concepto de yo: quizá sí que haya algo que pueda llamarse “nuestro yo”. ¿Quién soy, quién puedo llegar a ser? Pues, quien quiera saber más, que esté atento y lea mi próximo libro. Que así, predicando con el ejemplo, demostraré que aún hay cosas que sí que puedo ser: convertirme en un autor de éxito. Que, de momento, esto ya es bastante lectura para una tarde de verano.


[1] Traducción y adaptación libre de un fragmento del libro de Storr. El original dice: One of the dictums that defines our culture is that we can be anything we want to be – to win the neoliberal game we just have to dream, to put our minds to it, to want it badly enough. This message leaks out to us from seemingly everywhere in our environment: at the cinema, in heart-warming and inspiring stories we read in the news and social media, in advertising, in self-help books, in the classroom, on television. We internalize it, incorporating it into our sense of self. But it’s not true. It is, in fact, the dark lie at the heart of the age of perfectionism. It’s the cause, I believe, of an incalculable quotient of misery. Here’s the truth that no million-selling self-help book, famous motivational speaker, happiness guru or blockbusting Hollywood screenwriter seems to want you to know. You’re limited. Imperfect. And there’s nothing you can do about it.
[2] Sí, soy de ese tipo de personas a las que les gusta, aún verano, leer libros que hagan pensar, y en idiomas extranjeros…. El original es: Storr, W. (2017). Selfie: How the West became self-obsessed, Londres, Pan Macmillan, que yo sepa no está traducido al español.
[3]Tema que desarrollo en mi libro:  La vida: objetivo y reglas del juego: una aproximación desde las Ciencias Sociales. Quien quiera lo encuentra en Google…
[4] Ver, por ejemplo, cuadros en la Scottish National Gallery, en Edimburgo, Escocia.
[5] Montando en bici (antes) y ahora además corriendo y nadando, por el sur de Gran Canaria
[6] Había un subgénero de literatura juvenil denominado “Vidas Ejemplares”, que si bien al principio tenía un carácter esencialmente católico (las vidas ejemplares eran las de los santos, y se les enseñaba a los niños para que aprendieran “santidad”) con el tiempo fue adquiriendo un carácter más laico.
[7] También conocido en la América de habla hispana como Ciro Peraloca o Giro Sintornillos, su nombre original en inglés era Gyro Gearlosse, personaje creado en 1952 por Carl Barks para Disney, véase https://en.wikipedia.org/wiki/Gyro_Gearloose 
[8] Nunca me creí el mito contemporáneo de que “puedes ser todo lo que desees”, tema que trataremos posteriormente.
[9] Supongo que porque, entre los viajes y todo lo que me gusta leer, parecía saber lo que había que saber. También en el colegio me llamaban soplamocos, porque con 12 años me cogió una tosferina que, entre eso y la alergia, me tuvo sonándome todo el rato hasta mucho después de que terminara mi adolescencia.
[10] Justamente aquella parte del planeta en que han surgido muchas de las innovaciones que han hecho que nuestro mundo sea hoy como lo conocemos Desde los pantalones vaqueros de Levi’s a las películas producidas en Hollywood en la primera mitad del siglo XX a Google, Apple o Facebook en la actualidad, California es el lugar desde el que han surgido muchas de las innovaciones que han hecho que nuestro mundo sea hoy como lo conocemos. Storr apunta que es también aquel lugar en que el mito del yo (self) ha tenido mayor implantación.
[11] En su libro, Storr narra cómo la propuesta legislativa, supuestamente, se basaba en un informe realizado por la Universidad de California, dirigido por el especialista en sociología económica Neil Smelser (cuyos libros he usado yo tanto) que apoyaba “científicamente” la idea de que lo mejor que se puede hacer para construir un mundo mejor es fomentar la autoestima desde la infancia. El informe no decía eso, sino más bien al contrario: la evidencia empírica existente no permite afirmar que esto sea así.
[12] La Enciclopedia Británica dejó de publicarse en papel en 2012, y en lo que podríamos decir que es el equivalente actual, la Wikipedia, casi cualquiera puede tener una entrada, por criterios que distan bastante de los que llevaban a alguien a salir en las enciclopedias en papel. Sobre la Enciclopedia Británica, véase: https://www.genbeta.com/web/la-wikipedia-acaba-con-la-enciclopedia-britanica

[13] Cosa que, en realidad, no es muy distinto de lo que se puede encontrar en Google Académico o en otros ránkings similares.
[14] Traducción y adaptación bastante libre de un fragmento del libro de Will Storr. El original dice: So, you wake up one morning and realize that you’re not the person you wanted to be. You’re someone else. You wonder how it happened. You look back upon your life, which appears to you as a caterpillar-track of choices you’ve made, most of which seemed right at the time- perhaps even inevitable- but that, one by one, have narrow your corridor. And now you’re twenty-eight of thirty-five or forty-seven or fifty-two or sixty-eight and you find yourself a very particular kind of person, with a very particular set of strengths and flaws, a particular worldview and a particular palette of moods and responses. When you were young, it seemed as if the future was as open as the prairie, that you could roam wherever you wanted, be whoever you decided. But what you’ve turned into is something like your mother, something like your father, but with a new layer on top that makes you feel more modern, more “switched on”, perhaps even a little bit smarter. If you were feeling specially dour, and if this morning happened to be notably gun-grey and mizzling, you might conclude that you’re nothing more than a neoliberal update of your parents. This might be going too far. But it does suggest that your choices might not have been as free as they’felt; that they’d been made under a heavy yet invisible genetic influence; that your soul is possessed by dead ancestors, who, working in conspiracy whith the ghost of your culture, mostly win.

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