Soltería, justicia y mercados eficientes
Soltería, justicia y mercados eficientes
Cuando las sociedades dejaron de
creer en Dios transfirieron su fe a los mercados. Al igual que un Dios
omnisciente y omnipotente, que todo lo ve y castiga a los malos y premia a los
buenos, tendemos a pensar que el mercado recompensa a los buenos, a los que
hacen bien las cosas, dándoles dinero y éxitoS, y castiga a los malos, en
último término condenándolos a la ruina o a la extinción. Eso siempre, claro
está, de que los mercados sean eficientes. Y esto se aplica también, por
supuesto, a los mercados de emparejamiento. Hasta no hace tanto la gente creía
en Dios, del que se decía que “sus designios son inescrutables”. A unas
personas les tocaba un buen marido, o una buena mujer, a otra les tocaban malos
maridos, o malas mujeres, y a otras les tocaba pasarse solteras la mayor parte
de su vida (o toda su vida). El que pasara una cosa u otra era obra de Dios, y
aunque ya se sabe aquello de “a Dios rogando y con el mazo dando”, creo que
hubiera sido considerado pecado de soberbia pensar que la intervención humana
podía cambiar los destinos decididos por Dios. Igual te había tocado ser
solterón(a), o aguantar a una mala pareja. La religión no sólo daba un consuelo
para eso (por ejemplo, con recompensas en la otra vida, o dándote la sensación
de, en cualquier caso, estar cumpliendo con tu deber. Sino es que te daba la
absolución: ser solterón(a), o mal casado(a) era designio divino, no era culpa
tuya.
¿Qué es lo que pasa en la
actualidad? Enfrentémoslo: tienes una edad, ya tienes una experiencia, llevas
mucho tiempo buscándolo. Si no encuentras quien te demanda… lo que sucede es
que, sencillamente, no hay demanda para lo que tú puedes ofertar. Recordemos
algunas estadísticas vistas anteriormente: pasados los 35, sólo hay un 15% de
la población sin pareja, es decir, potencialmente en el mercado. No es
descabellado pensar que no existe, en un rango de distancia prudencial,
pongamos por caso, que puedas quedar para verte en cualquier momento en menos
de 25 minutos, quien demanda lo que tú puedes ofrecer. Ciertamente, hasta
cierto punto, puedes intentar cambiar y adaptarte a lo que se demanda. Pero hay
que enfrentar la posibilidad de que no puedas cambiar hasta el punto en que
puedas gustar a quien te pueda gustar. ¿Por qué se ha vuelto tan difícil asumir
esto? Por la creencia en los mercados eficientes. Y en que lo que los mercados
demandan es sagrado. Vayamos por un momento al mundo de las abuelas, esas que
creían en Dios: ellas podían pensar, de algún descendiente, o de alguna otra
persona cualquiera, que “es una persona
excelente, pero simplemente no ha tenido suerte, no ha encontrado quien haya
sabido valorar lo que vale”. Si crees en los mercados eficientes, resulta
que si no has encontrado quien haya sabido valorar lo que vales… es que no lo
vales. Y si, para adaptarte a los tiempos, alguna vez has adoptado estrategias
de rebajas… pues no vales ni el precio de las rebajas.
Frank Knight, economista de la Escuela
de Chicago y por lo tanto poco sospechoso de comunismo, decía que un sistema
económico no debería de juzgarse sólo por el grado en el que contribuye a la
satisfacción de necesidades, sino por el tipo de necesidades que crea. El
actual capitalismo digital parece que, hasta cierto punto, le da a mucha gente
la satisfacción de sus cinco minutos de gloria, de creerse que son el centro
del universo. Es un sistema eficiente, en ese sentido, ¿pero es verdaderamente
sano que todos aspiremos a ser el centro del universo? Como ya se ha comentado
en capítulos anteriores de la teoría de la soltería, ése es uno de los puntos
en los que más institucionalizada está la locura del amor “romántico” en la
actualidad. La frase de “no tengas como prioridad a alguien que sólo te tiene
como opción”, combinada con los mitos del amor romántico lleva a que muchas
personas piensen “si no es capaz de dejar
todo lo que está haciendo por mí es que no me merece”. Ya. Prueba a dejar de comer a ver qué pasa.
Dignidad en la soltería. Y
soltería quiere decir “soltería absoluta”, no que te niegas a comprometerse con
nadie, pero sabes de sobra que te basta con entrar en el mercado para mediante
una transacción rápida y eficiente encontrar la oferta que demandas, o ser tú
la demanda que satisfagan lo que otras personas ofertan (cariño, un achuchón o
lo que sea). Dignidad en la soltería quiere decir puedas aceptar, sin menoscabo
para tu dignidad, que lo que tú tienes que ofertar no encuentra demanda.
Pasemos de los mercados de emparejamiento a los de trabajo: ¿Cómo se puede
llevar con dignidad el hecho de que lo que tú sabes hacer no le interese a
nadie?
En realidad, los mercados no son
eficientes, y, aun cuando lo son, se encargan tan sólo de crear y satisfacer
necesidades, por irracionales y delirantes que éstas puedan ser. Qué extraño
mundo post Nietzsche éste en el que vivimos, en que tras la muerte de Dios la
gente ha pasado a creer en el mercado y en mitos como el del amor romántico. ¿Quieres
ser la oferta que se demanda? Dile que sabes con certeza que en todo el mundo
no hay una persona igual, ni tan lista, ni tan culta, ni tan guapa, ni tan
bella, ni tan… y entonces serás considerado(a) una media naranja. Shakespeare
decía hace ya bastante que era extraño el mundo en el que unos locos guían a
unos ciegos. Por ello, quizá lo mejor que puedes hacer para adaptarte es
hacerte el loco, o el ciego. Y así al menos conservar la dignidad.
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