Feliz 2024

 

Feliz 2024

 

Mis padres lo hicieron lo mejor que pudieron, teniendo en cuenta las circunstancias que les tocaron. Y “lo mejor que pudieron”, en algunos ámbitos, fue bastante bueno. En otros ámbitos no tanto. Las circunstancias que les tocaron fueron buenas en un sentido: les tocó vivir una época de desarrollo, y aunque los dos provenían de lo que podría considerarse “pequeña burguesía”, pues mi abuelo paterno era un maestro de escuela, y mi abuelo materno radiotelegrafista de la Transmediterránea, progresaron y llegaron a vivir muy bien. Las circunstancias que les tocaron fueron malas en lo que tiene que ver con la salud. De chico pensaba que eso tenía que ver, sobre todo, con que cuando yo tendría 10 años mi madre tuvo un cáncer de mama, le extirparon los dos pechos y de ahí cayó en una depresión de la que tardó mucho en recuperare, si es que alguna vez lo ha hecho del todo. Luego entendí que mi madre parece distimia, depresiones constantes y persistentes. La “mala suerte”, para mi familia, vino también cuando hace 21 años mi padre se echó una querida y empezó a hacer disparates: una familia “nacional- católica”, de las que no se divorciaban, se acabó rompiendo y dentro de diez años habré pasado más parte de mi vida siendo hijo de padres divorciados que de padres casados. Luego, hará cosa de dos años, entendí que mi padre arrastraba algún tipo de enfermedad mental, su padre (al que no conocí) también las sufrió, y eso explica que la sensación que he tenido en muchas ocasiones en los últimos veinte años era literal: a mi padre, en un determinado momento, “se le fue la cabeza”.

Hoy es el primer día de un nuevo año. Una nueva etapa. Mi padre, que éste cumplirá 84, está en una residencia, tiene Alzheimer, desde hace un par de años, y la verdad es que ya se le nota mucho y empieza a no recordar apenas nada. Mi madre, que este año cumplirá 86, está desde hace medio año en otra residencia. A veces no está mal, más allá de los achaques propios de la edad, que le cuesta hacer las cosas, ya no quiere cocinar, ni nada de eso. Pero con frecuencia le dan ataques de ansiedad y pánico. Después de mucho tiempo (quizá medio siglo) chutada de ansiolíticos y anti depresivos su cerebro ha dicho basta. Dentro de un rato iré a buscar a mi padre, lo llevaré a casa de mi hermana, donde estará mi madre, mi hermana, mi cuñado y mis sobrinos, sólo faltará la hermana que vive en Barcelona y su marido. Para mí es una buena etapa. El otro día, paseando en no recuerdo qué momento, por no sé qué lugar de la ciudad en que me crie me pasó por la mente un pensamiento: desde el punto de vista evolutivo quizá se podría considerar una “victoria” que yo no haya tenido hijos, entre las enfermedades mentales de mi padre y las de mi madre, a saber, lo que podría haber transmitido. En realidad, las enfermedades, también las mentales, tienen que ver tanto con predisposiciones genéticas como con entornos que favorecen que éstas se desarrollen o no. A saber qué hubiera cambiado si las circunstancias hubieran sido otras. Pero han sido las que han sido, y yo también he contribuido a que fueran así, también condicionado por mis circunstancias. Por un lado, mi padre, y todo el ruido generado en las últimas décadas, acerca de que nada es imposible si te esfuerzas. Que, además, yo “soy su hijo”, así que tengo unas condiciones enormes, soy el culmen de la evolución y estoy llamado a las más altas tareas de la humanidad. Por otro lado, mi madre, con su depresión constante. Recordando que no todo es siempre posible. De hecho, la sensación ha sido a menudo más bien la contraria: por más que te esfuerces, nunca es lo bastante. Supongo que cuando eres niño piensas que si tu madre no es feliz es porque tú no te portas lo bastante bien. Intentas portante aún mejor, hasta que entiendes que nada es suficiente, que tu madre siempre tendrá motivos para quejarse y para ser infeliz: la distimia es una enfermedad que consiste en ir pasando de una depresión (que consiste básicamente en eso) a otra, con pequeñas etapas en que se está bien.

Aquí estoy. En el inicio de un nuevo año, una nueva etapa. Ya mis padres están cada uno en una residencia, con el proceso que implica eso, por medio te has sentido culpable de no atenderlos lo bastante, de no haberles hecho felices. Me hace gracia esas frases motivacionales que se cuelgan a menudo en las redes “no has venido a hacer feliz a nadie”. Menuda tontería, otra cosa es que te rebeles, pero a mí mis padres me tuvieron para cumplir sus sueños, para hacerles felices: un niño varón que cumpla sus sueños, un hijo menor que se ocupe siempre de mí y me haga feliz. Hay muchas cosas tengo que ya nunca me quitarán. No, a ver, si el mundo se viene abajo claro que puedes perder el trabajo, y la casa, y demás… Pero ya nadie me puede quitar lo de “yo ya he escrito un libro (más de uno), yo ya he terminado un maratón en menos de tres horas (más de uno), yo ya he sido contribuyente al debate público a través de muchísimos artículos en prensa, yo ya he sido profesor de universidad durante un montón de años”. Y hay ciertas cosas que ya no llegarán. Y esas, como las sé tan bien, no hace falta que las relate en detalle. Una nueva semana, un nuevo mes, un nuevo año, una nueva etapa. Como decía Tabucchi, come vanno le cose, e cosa le guida: un niente.

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