Qué es la culpa (y para qué sirve)

Qué es la culpa (y para qué sirve)

 




La culpa es lo que sientes cuando no te comportas como algunas personas que son importantes para ti desearían que te comportaras. Y sirve para el control social: para que unas personas se comporten como otras querían que se comportaran. A las personas que logran que otras personas se sientan culpables la culpa les sirve para mucho. Les puede servir para que les hagan donaciones, para que les acompañen, para que hagan lo que quieren que haga, aunque no es lo que las otras personas querrían hacer). Hacer que las personas se sientan culpables es tener poder sobre ellas.

Mi madre me hace sentir culpable. Mañana hará una semana que entró en una residencia, donde duerme. Durante toda la semana, salvo un mediodía, en que he ido a trabajar a Tenerife, he ido todos los días. Estoy algo antes de la comida, la acompaño a comer, y luego por la tarde para que cene. Y cuando me voy me mira con cara de cordero degollado y me hace sentir culpable. Ella no quiere estar allí. Lo que quiere es estar en su casa y que yo me ocupe de ella. Antes de estar en la residencia estuvo 10 días en una clínica por una infección de orina. Y antes iba de 9 a 5 a un Centro de Día, y por las tardes la acompañaba una chica tres horas. La infección de orina la dejó muy débil, estuvo un tiempo en que apenas comía, ya ha recuperado en parte el apetito. Pero desde que salió va en silla de ruedas. Ayer decían la doctora y la fisioterapeuta que no tiene ningún problema, más allá de debilidad y miedo. Mi madre sufre distimia, depresiones constantes y mantenidas en el tiempo. Ahora mismo es dependiente. No se puede levantar ni valer por sí misma. Y no controla bien los esfínteres, por lo que tiene que ir con pañal. Ella dice que la gente en el centro está muy mal. Quizá es por eso que ella no habla con nadie. Le pregunto si quiere ver la tele, si quiere que le lleve lectura, autodefinidos. Me dice que no tiene ganas. Esa es parte de la enfermedad de mi madre. No quiere hacer, literalmente, nada.

Lo que mi madre querría es que viviera con ella. Lo de que ella viva en Gran Canaria y yo tenga el trabajo en Tenerife no parece ser demasiado problema, si yo verdaderamente fuera un buen hijo dejaría mi trabajo y me encargaría de mi madre, total, al fin y al cabo, yo no tengo hijos ni mujer. Tampoco importa mucho que ahora mismo, prácticamente, esté en Gran Canaria. Pero al ser una persona dependiente ahora no podría vivir con mi madre, tendría que vivir para mi madre. No podría ir a hacer la compra o comprarle comida, porque a saber si necesita algo. Tendría que llevarla a rehabilitación, a lo que fuera. Aún no he cumplido los 50 y tendría que dejar de vivir mi vida, y dedicarme a vivir la suya, quizá hasta que se mejore, si es que lo hace alguna vez, o mientras viva, quizá 5, 10 o 15 años más.

La culpa es eso: mi madre querría que yo viviera su vida y le parece mal que yo no quiera vivir esa vida. Quizá haya quien al leer esto se sorprenda. Siempre nos han dicho que las madres lo dan todo por los hijos, que se quitan la comida para dársela a los hijos, que se quedan sin apenas vida para que sus hijos puedan vivir una vida mejor. A veces. Hay quienes tienen que intentar hacer equilibrios para intentar vivir la propia vida sin demasiado sentimiento de culpa por no vivir la vida que sus madres (o padres) quisieran que vivieran. La culpa no se elige. Ayer por la tarde, antes de acompañar a mi madre en la cena, fui a buscar a mi tía y sacamos a mi padre. Mi tía lo decía: “tu padre ya no es el que era, tenía genio y ahora está como una balsa de aceite”. Está en una residencia con Alzheimer, chutado de pastillas. Para su santo, San Juan, fuimos a comer, hace 10 días lo llevé a cortarse el pelo y ayer aproveché, les di un paseo y me compré unos zapatos. Me pregunta que cuando llegué, que cuándo me voy, ya no coordina mucho, el Alzheimer está bastante avanzado. Pero, básicamente, disfruta cuando le saco, sean dos horas o toda una tarde, sea una vez por semana o una vez en tres semanas. Aunque en otras etapas no ha sido así, ahora mismo mi padre no me hace sentir culpable cuando voy a verle. Cuando voy a verla, mi madre me hace sentir culpable, porque me hace sentir que no debería de ir a verla, sino vivir con ella. Imagino que hay gente que tiene otras vidas distintas. Quizá haya padres y madres que digan “mi hijo, tú vive tu vida, no te ates a este viejo/a”, y no se tengan que sentir culpables por hacer otra cosa distinta que ocuparse de ellos.

El otro día, en unas tertulias interesantes a las que voy de vez en cuando, una alemana que contaba que había estado hace poco en la India con su ex pareja y profesor espiritual hablaba de que con la meditación y el budismo cuando pierdes el ego desaparece la culpa y otras novelerías New Age que están tan de moda. Yo no estoy de acuerdo. Para mí la culpa es eso: lo que te hacen sentir las personas que son importantes para ti cuando no te comportas cómo quieres que te comportes. Y no es cierto que no sirva para nada: sirve para que algunas personas consigan que otras personas adapten su comportamiento a lo que ellas quisieran. Yo puedo intentar convencerme de que me porto bien, y que no debería de sentirme culpable. Pero la culpa es eso: lo que te hace sentir una madre cuando no te comportas como ella quiere que te comportes. Y, por más que tu madre pueda tener una enfermedad mental, y tú puedas comportarte razonablemente bien, eso no deja de ser culpa y tú no dejas de sentirla. 

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