¿Echaremos de menos a Agatha Christie? Ficción y modelos de vida para la edad media


¿Echaremos de menos a Agatha Christie? Ficción y modelos de vida para la edad media


Marzo de 2022 



El 15 de marzo de 2022, justo cuando se cumplían dos años de la declaración del Estado de Alarma que hizo que nuestra vida se convirtiera en un relato de Ciencia Ficción, me tocó a mí dar positivo en un test de antígenos. Durante una semana he vuelvo al confinamiento, que, la experiencia es un grado, también para eso, se me ha hecho menos duro que el anterior. Quizá porque no he estado muy malo, salvo un día de mal estar generalizado. O quizá porque esta vez sí que sabías a Ciencia bastante cierta cuándo va a terminar tu confinamiento, no la incertidumbre constante de hace dos años.  Aunque lo cierto es que, aunque no es que estuviera confinado, llevaba un par de meses bastante enclaustrado, y sin dedicar mucho tiempo a la ficción, porque estaba intentando aprovechar el principio del nuevo cuatrimestre, con menos clases, para terminar mi último libro: “Entender el mundo después de una pandémica. Introducción a la Sociología para la Economía, la Contabilidad y las Finanzas”. 


Como se trata de una introducción general a la materia, el segundo tema se dedica al proceso de socialización: a cómo, a través de la familia, de la escuela, de los grupos de amigos y de los medios, los cachorritos de seres humanos vamos interiorizando la cultura de la sociedad en la que vivimos, y a través de modelos vamos incorporando pautas acerca de cómo debemos vivir, de qué deberíamos perseguir. En un libro escrito en 2022 es necesario no repetir lo que dicen manuales antiguos, sino reflexionar, y hacerlo en un tono que resulte cercano, acerca de cómo en la actualidad las complejas formas en que redes de amigos y medios se entremezclan a través de las redes sociales configuran nuestra personalidad. 
Sólo puedes soñar con aquello que conoces se traduce en que los jóvenes (y no tan jóvenes) para construir la imagen de la vida que viviremos dentro de 20 años tenemos que partir de los ladrillos con los que, a través de medios, escuela y grupos de iguales, logramos en la actualidad imaginarnos la vida.

 



En los tiempos de corrección política que corren parece que el imperativo es dar cada vez más espacio a la diversidad. Como un ejemplo puede ponerse la última película de Almodóvar, “Madres Paralelas”, que he visto en estos tiempos de reclusión, en la que ninguna de las dos madres que aparecen en la película corresponden al modelo de lo que hasta no hace tanto era una “buena madre” (para empezar, ninguna está casada).  Y si me remito a la última película que vi en el cine antes de confinarme, “La peor persona del mundo” hace ahora justo una semana, parece que esta idea se repite: una joven que intenta encontrar una guía en un mundo que parece que ya no ofrece guías. Claro que el título de esta película es muy indicativo de lo que Pablo Malo, en su libro sobre los límites de la moralidad, indica uno de las características de los tiempos modernos: una epidemia de “hipermoralidad”: todo parece estar cargado de moralidad. Cada uno puede buscar su lugar en la vida, cierto, pero en las películas anteriormente señaladas, se trata de tres madres, lo cual no deja de ser lógico, dada la importancia de las madres: mientras no nos fabriquen en laboratorios, nadie llega a este mundo si no es gracias a una madre. La última película que vi, “No mires arriba” nos quería hacer reflexionar justamente hasta qué punto puede llegar la estupidez humana ahora que a través de los imperios de modificación conductual que son las redes sociales se condiciona nuestro comportamiento hasta niveles que nunca antes se había soñado.



¿Es cierto que los medios nos ofrecen más modelos socialmente aceptables de ser persona, de ser hombre o mujer, de ser madre o no serlo, de ser padre o no serlo ahora de lo que nos ofrecían, por ejemplo, hace 50 años? La última película que vi con mis sobrinos fue un remake de películas anteriores que adaptaban una novela de Agatha Christie publicada y ambientada en 1937: mis padres no habían nacido aún, y mis abuelos estaban sufriendo, como todos, una cruenta Guerra Civil Española. A veces va bien mirar un poco al pasado para ver que no es tan nuevo lo que a menudo se nos presenta como nuevo. Yo no sé si será algo que me pasa sólo a mí, pero en los últimos tiempos, entre lo que leo y los magníficos documentales que se pueden encontrar por ahí, a menudo me cuesta ponerme a seguir ficción. Entre otros motivos, porque, en un tiempo en que tanto se habla de “aceptar la diversidad”, yo no me puedo identificar con los personajes que se nos presentan como “roles a seguir” en buena parte de las ficciones que hoy en día se hacen. Salvo quizá con la excepción de "La Librería", que, en realidad, aunque no sea una historia de misterio rememora en gran medida la atmósfera de las novelas de Agatha Christie, tanto por su época como por su ambientación (lo cual no deja de ser extraño para la película de una directora española), ¿Qué roles hay disponibles para gente como yo?




 En “No mires arriba” Meryl Strip, que en su momento se quejaba de que a las actrices no le llegaban papeles interesantes pasada una cierta edad hace de presidenta de los Estados Unidos de América: se ve una mujer de media edad, relativamente guapa y bien conservada, con el puesto con más poder del mundo y, por lo que se ve en la película, sin mucha vida personal. Mediante los medios se nos presenta una imagen de lo que podemos ser, de a lo que podemos aspirar. Varón, heterosexual, no perteneciente a minorías, soltero y sin hijos, con los cincuenta a tiro de piedra… Si me tengo que pedir un personaje, visto lo visto, me quedo con Hercules Poirot. Y si fuera mujer quizá aspiraría a terminar mi vida como Miss Marple. Si la vida es como en las películas, es normal que yo por último a menudo prefiera no verlas y si acaso ver documentales. Porque en las películas actuales parece que no hay papeles interesantes para tipos como yo. Así que no sé qué es lo que me está pasando. No sé si soy yo, si es que me estoy volviendo tan mayor que ya sólo me identifico con las películas viejas, y acabo echando de menos a Poirot y Miss Marple.



O si es que son los medios actuales, que quizá por motivos de márketing, han decidido que la gente como yo no debemos tener papeles interesantes. Aunque a mí me da por pensar que no deja de ser curioso que, en una sociedad que presume de ser cada vez más inclusiva, tenga uno que recurrir a las novelas de Agatha Christie para encontrar personajes de personas que nunca se han casado ni tenido hijos que sean interesantes. Si recuerdo una de las últimas películas que vi en el “Aulas de Cine”, “La Reina de África”, que tiene ahora más de 70 años, tenía como protagonistas a dos personajes de ese tipo, encarnadas por Bogart, que entonces tenía 52, y Herpburn, que tenía 44, me viene una reflexión a la mente. No sé si con tanta inclusión ahora se discrimina menos a otras personas y más a l@s solter@s, pero lo que sé si es que, al menos en mi caso, para poder mirar al futuro con ilusión es mejor ver las películas del pasado que las de presente.  




 





















 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Mi manchi (1949)

Sonrisas y abrazos. Teoría de la soltería.

De rotos y descosidos. Práctica (y teoría) de la soltería