Islas, territorios y política: ¿Alguien se ha leído algo?
Manuel Ángel Santana
Turégano
Con la excepción quizá de La
Graciosa dentro de cada una de las islas que componen el archipiélago existen
realidades diferentes. De Telde hacia el sur a la gente de Las Palmas se les
solía considerar unos sosos que no daban sino un beso, que ellos daban dos; en la
punta sur de Fuerteventura hay un pueblito fundado por pescadores que venían no
del Norte de la isla, de donde era difícil llegar por mar, sino desde Gran
Canaria. La Aldea de San Nicolás, isla dentro de la isla, comerciaba en épocas
no tan lejanas más con Tenerife que con Las Palmas. Por más que todos puedan
sentirse tinerfeños, los habitantes del Valle de La Orotava se consideran
distintos de los de la capital. A los laguneros de vieja estirpe una de las
peores cosas que le puedes llamar es santacrucero.
A pesar de las innegables
realidades diversas que hay en cada isla, a nadie se le ocurrió pensar, que los
representantes elegidos democráticamente para los gobiernos insulares (cabildos)
tuvieran que representar a los territorios, sino a las personas. Aunque los
habitantes de cada isla saben perfectamente de dónde son los presidentes de sus
cabildos, ni el presidente del de Gran Canaria representa sólo a los agüimenses
ni el de Tenerife a los isoranos, y nadie parece preocuparse porque el
presidente del cabildo sea de alguno de los municipios que componen cada isla.
Sin embargo, cuando en 1983 se creó la Autonomía, pareció natural que los
diputados del parlamento representaran a las islas, y a menudo lo que más nos
preocupa del presidente es de qué isla es. Una de las primeras cosas que se
aprende cuando se estudia Sociología es que muchas de las cosas que pensamos
que son naturales en realidad son socialmente construidas. No pretendo negar el
hecho “natural” de que Canarias está formado por islas. Pero lo que es una
construcción social, y no un hecho natural, es que nos hayan enseñado a ver que
“nuestro mundo” está aislado por el mar, cuando el mar no aisla, une. Tan natural
es para los habitantes de Santa Cruz ver casi cada día Gran Canaria como para
los habitantes de Los Cristianos ver La Gomera. Tan natural como no verse entre
sí: recordemos, al fin y al cabo, que Los Cristianos está más cerca de La
Gomera, y Santa Cruz de Agaete, de lo que están entre sí Santa Cruz y Los
Cristianos. Si hablamos de lo socialmente construido, la realidad social que
vive alguien de Los Cristianos se parece más a la de quien vive en Jandía,
Puerto del Carmen o Maspalomas que a la de quien vive en La Guancha. Y la
realidad social más parecida a la que viven quienes habitan en Las Palmas o
Santa Cruz no la viven quienes habitan en el resto de la misma isla, sino
quienes habitan en la otra capital de Canarias.
El estado moderno, que como decía
Weber se caracteriza entre otras cosas por ser quien posee el monopolio de la
violencia legítima, se construyó en Europa sobre las ruinas del antiguo régimen,
en que los señores feudales eran los que se reservaban el uso de la violencia, administraban
justicia y proveían de caridad a los necesitados. En la medida en que se han
ido construyendo los estados modernos, la res
publica ha ido asumiendo todas esas funciones, y lo que antes las personas
recibían, como súbditos, en tanto que dádivas de un soberano generoso, hoy en
día lo reciben como derechos en cuanto que miembros de estados democráticos. El
estado, desde antes de Cristo (recordemos lo de “dad al César”), se ha caracterizado por recaudar impuestos de
aquellos que se consideraban miembros de una comunidad política y financiar con ello todo un conjunto de
recursos sin los cuales sería imposible la vida en común. La broma de la que
son objeto quienes madrugan mucho, la de si “a esa hora las calles están puestas” nos recuerda aquella máxima de
la sociología de que muchas de las cosas que pensamos que son “naturales” son
en realidad una construcción social. Las calles no son “naturales”: están ahí
porque una sociedad ha decidido, colectivamente, construirlas. Y claro, para
eso hace falta recursos y organizarse.
La Sociología nos enseña que
muchas de las cuestiones que pensamos que son naturales en realidad son una
construcción social. Si a nadie se la ocurrido jamás pensar que en los cabildos
haya que elegir a los representantes teniendo en cuenta a las distintas
comarcas que componen cada isla, ¿Por qué vemos como “natural” que a la hora de
elegir a los miembros del parlamento de Canarias haya que representar a la isla?
Aunque la reforma electoral aún está por desarrollar, las últimas elecciones
autonómicas fueron las primeras en que hubo una lista canaria, en que los
votantes elegíamos a representantes para toda Canarias, y no para una isla en
concreto. Hay muchos canarios que dicen preocuparse por defender los intereses
de las islas frente a los de fuera y parecen alarmarse más porque la reforma
del Estatuto de Autonomía de Cataluña pueda no estar acorde con su idea de España
de lo que les preocupa conocer la reforma de su propio estatuto. Cuando nos
levantamos cada mañana y las calles están puestas y más o menos limpias eso se
sufraga con los impuestos que paga alguien. Durante muchos años muchos han
dicho que si las calles estaban sucias era porque los impuestos que pagábamos “nosotros”
sufragaban la limpieza de las calles de “los otros”: “la culpa es de los canariones/chicharreros/ los de islas capitalinas/
los peninsulares/ los catalanes” que se lo llevan todo. Ahora basta conectarse
a Internet para acceder al Estatuto de Autonomía, el REF o la Constitución y
ver si eso es así o no. Pero ahora, como antes, sigue siendo más fácil echar la
culpa a los otros que ponerse a leer, y no digamos ya, a pensar.
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