Enseñanzas de la historia para la economía (que se nos viene)


 Enseñanzas de la historia para la economía (que se nos viene)

Manuel Ángel Santana Turégano, abril de 2020


Cuando los aliados dictaban las leyes en Alemania..Fuente, Marshal Foundation:
https://www.marshallfoundation.org/library/posters/military-government-germany-supreme-commanders-area-of-549/

Hace ahora 75 años, entre abril y mayo de 1945, con la rendición primero de Italia y después de Alemania, terminó la Segunda Guerra Mundial en Europa. Entonces buena parte de Europa, desde Hamburgo a Coventry, desde Dresde a Varsovia o Berlín, estaba en ruinas, al igual que Japón y buena parte de la Unión Soviética. Algunos de los países más importantes del mundo se convirtieron en países ocupados, administrados, hasta la década de 1950, por los vencedores, generalmente en inglés, lo que motivó que muchos alemanes y austríacos adquirieran unas nociones elementales de dicho idioma. Entre los países que hoy forman la Unión Europea, además de Alemania lucharon del lado de los vencidos Italia, Hungría, Rumanía, Bulgaria o Finlandia; además, en muchos otros países, ante o durante la guerra se habían formado gobiernos colaboracionistas, siendo el caso más conocido el de la Francia de Vichy. A partir de 1945 hubo que reconstruir el mundo, que reconstruir Europa. Y para ayudar a ello se invirtieron enormes cantidades de dinero; Alemania, Austria o Italia, por ejemplo, recibieron ayuda del Plan Marshall para la reconstrucción, no se planteó que no debieran recibirla por haber sido los causantes de la guerra. Y, desde luego, a nadie se le ocurrió pensar que evitar que los estados gastaran mucho dinero fuera más importante que reconstruir el mundo.




Hamburgo,  abril 945:
https://www.eurasia1945.com/batallas/contienda/bombardeo-de-hamburgo/

Aunque Ángela Merkel haya dicho que el COVID19 es la mayor emergencia a la que se enfrenta Alemania, Europa y el mundo desde la Segunda Guerra Mundial, la comparación no se mantiene. No sólo porque las consecuencias en pérdidas de vidas humanas son mucho menores. Sino también porque, aunque haya quienes pretendan plantear que la paralización de la Economía provocará una destrucción económica sin precedentes, no hay ni punto de comparación. Las fotos de Berlín, Hamburgo o Coventry en 1945 mostraban ciudades destruidas, campos baldíos, edificios en vez de ruinas, espacios vacíos donde antes había fábricas. Si en 2020 queremos buscar una imagen similar, y miráramos hacia la principal industria (el turismo) de uno de los países más afectados por la pandemia (España) nos encontraremos una imagen significativamente distinta. “Fábricas” sin producción ninguna, es cierto, pero en perfecto estado de funcionamiento (hoteles, apartamentos, aeropuertos y demás infraestructura turística completamente vacíos). Ahora bien, si en 1945 las potencias vencedoras no dudaron en gastar dinero público en ayudar a reconstruir a los países que habían llevado al mundo al borde del abismo, parece que 75 años después hay quien piensa que los estados nunca deben de gastar más de lo que ingresan (aunque históricamente pocas veces haya sido así). Y, aún, es más, que los países “buenos” (Holanda, Alemania) no tienen por qué ayudar a países “malos” (como Italia y España) que sufren especialmente la crisis porque han sido especialmente “malos”, ellos o sus gobernantes.

Sur de Gran Canaria, abril de 2020.


Hay momentos en la historia en que lo importante es arrimar el hombro y no buscar culpables. Hay momentos de la historia en que tenemos que pensar que quizá las ideas (teorías) que estamos aplicando para intentar entender la Economía no nos están ayudando a construir unas buenas normas para la gestión de la casa (que es el significado etimológico del término Economía). Y es que, al fin y al cabo, si bien es cierto que en términos de flujo la economía se enfrenta a una “destrucción sin precedentes” (caída del PIB, de la producción, de los empleos…) en términos de stock no hemos sufrido ningún bombardeo que destruya nuestra capacidad productiva. Si recordamos la diferencia entre valor de uso y valor de cambio es fácil entender que el COVID19 no ha hecho que de repente nos hayamos vuelto pobres: seguimos teniendo los mismos coches, casas y televisiones que aún funcionan perfectamente; y fábricas para producir esos coches, casas y televisiones que aún funcionan perfectamente. Lo que pasa es que como nos hemos parado, y ya no compramos tantos bienes y servicios, quienes los producían no tienen trabajo. Si pensamos que todos los seres humanos tienen derecho a tener una vida mínimamente digna habrá que pensar en buscar mecanismos de acceso a los recursos que no pasen por incorporarse al mercado de trabajo a producir bienes y servicios que no habrá quien compre. Y ahí es donde propuestas como la renta básica entran en escena. Lo que se nos viene encima es una crisis de sobreproducción, y ésa difícilmente se puede solucionar diciendo que quien no ha trabajado lo bastante no tiene derecho a consumir. Pese a que el capitalismo meritocrático neoliberal nos ha hecho creer que cada quien tiene lo que se merece, lo cierto es que si la historia nos enseña algo es que la mayoría de las veces no es así. Al fin y al cabo, hace 75 años los ciudadanos de los países que llevaron al mundo a una guerra en que se perdieron más de 55 millones de vidas humanas no sólo no recibieron “lo que se merecían” sino que recibieron ayuda para reparar los efectos de la guerra que habían provocado. Puede que los españoles e italianos hayamos contribuido a propagar una pandemia que ha costado la vida de decenas de miles de vidas humanas por ser especialmente besucones, fiesteros, poco organizados o por tener políticos especialmente incompetentes. Puede. Pero, en cualquier caso, que no nos digan que la historia demuestra que al final cada quien tiene lo que se merece. Porque, generalmente, lo que nos enseña la historia es más bien lo contrario.

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