De Alaska al Despacito de Luis Fonsi: ¿a quién le importa la Sociología?



De Alaska al Despacito de Luis Fonsi: ¿a quién le importa la Sociología? 
Manuel Ángel Santana Turégano, febrero de 2019.

En 1986 el grupo musical Alaska y Dinarama lanzó un disco llamado “No es pecado” en el que se incluía la canción, “A quién le importa”, cuya letra trataba lo que de alguna manera podría denominarse “el condicionamiento social del comportamiento de las personas[1]. Diez años después, en 1996, me licencié en Sociología. Y después de 15 años siendo profesor de esta materia he llegado al convencimiento de que a la sociedad la Sociología le importa un bledo. Al fin y al cabo, si fuera importante se estudiaría en el colegio o al menos en el Instituto, y si bien hay una modalidad de Bachillerato que se llama “Ciencias Sociales”, en él se estudian disciplinas como la Geografía, la Economía,  incluso Economía de la Empresa, mientras que sólo en muy pocos centros existe la posibilidad de estudiar, de manera optativa, Sociología. Más de treinta años después del éxito de Alaska, la letra de la canción del verano de 2017, el Despacito, de Luis Fonsi ayuda a entender por qué la Sociología, a la sociedad, le importa un bledo: “Vi que tu mirada ya estaba llamándome/Muéstrame el camino que yo voy (Oh)/Tú, tú eres el imán y yo soy el metal”. Las relaciones entre seres humanos, al parecer, pueden explicarse a través de la biología (las miradas llaman) o de la física (los imanes atraen los metales) por lo que no parece necesario tener una disciplina dedicada al estudio de “la sociedad”, pues ya en 1987 lo dejó muy claro Margaret Thatcher: “there's no such thing as society”.



La definición clásica de la sociología como “el estudio científico de la sociedad”, que es la que a menudo suele darse al alumnado no les dice mucho. Empecemos por la segunda parte de la frase: la sociedad, podría definirse, siguiendo el diccionario, como: “Conjunto de personas que se relacionan entre sí, de acuerdo a unas determinadas reglas de organización jurídicas y consuetudinarias, y que comparten una misma cultura o civilización en un espacio o un tiempo determinados”. En tiempos en que no parece haber normas que regulen las relaciones entre personas, más allá de las “normas del mercado”, que parecen ser una especie de normas divinas, y que la cultura se ha vuelto algo global, no resulta sorprendente que la disciplina que se ha hecho con el dominio casi absoluto del discurso “científico” sobre las relaciones entre personas sea la Economía, dejando el comportamiento de las personas “hacia dentro” a la Psicología. Hace más de un siglo Durkheim afirmaba que la sociología, como toda disciplina científica, ha de tener un objeto de estudio, y que éstos son los hechos sociales: “maneras de pensar, sentir y actuar, que son exteriores al individuo, y que se le imponen, coaccionando su comportamiento”. Una reflexión sobre el ethos de nuestro tiempo nos ayuda a entender por qué la Sociología no está de moda: se tiende a pensar que nuestros comportamientos son manifestación de nuestro “ser más íntimo”, lo que podemos ejemplificar, una vez más, en la canción Despacito: “Yo sé que estás pensándolo/Llevo tiempo intentándolo/Mami, esto es dando y dándolo/Sabes que tu corazón conmigo te hace bom, bom/Sabes que esa beba está buscando de mi bom, bom”. Y, si matizando lo que decía Margaret Thatcher, aceptamos que pueda haber such a thing as society, será a través de la agregación de individuos libres que no acepten coacciones a su comportamiento. 



Lo que nos lleva ahora a la primera parte de la frase: si la sociología es la Ciencia que estudia la sociedad, y ya hemos visto qué es la sociedad…. ¿qué puede considerarse “ciencia”? La visión tradicional plantea que las Ciencias Naturales estudiarían la naturaleza, y la distintas disciplinas dentro de éstas difieren, sobre todo, por su objeto de estudio: la biología estudia la vida, la física la materia, la geología la tierra… porque se supone que el método y/o perspectiva es más o menos el mismo. Pero lo cierto es que todo esto, en la actualidad, se ha complicado tantísimo que ya resulta muy complicado diferenciarlas, y se habla de “bioquímica”, de “biotecnología”, o de química física o fisicoquímica,  y las técnicas, perspectivas y métodos de estudio tienen más importancia. Algo parecido sucede en las Ciencias Sociales. Las ciencias sociales estudian la sociedad. En cuanto han de lidiar con la libertad e imprevisibilidad del comportamiento humano, presentan todas algunas diferencias con las ciencias naturales, que de manera muy simplificada resumiremos aquí en su capacidad predictiva. Es relativamente fácil predecir por qué órbita pasará un cometa dentro de 500 años, salvo que mandemos un cohete para desviarlo de órbita. Por el contrario, es imposible predecir cómo van a ser las sociedades humanas dentro de 100 años. Hecha esta salvedad, de la misma manera en que las disciplinas de las ciencias naturales se diferencian tradicionalmente por su objeto, pero también en gran medida por su enfoque y perspectiva, algo similar sucede, o al menos sucedía hasta la segunda mitad del siglo XX, en las Ciencias Sociales. Así, la Ciencia Política o la Demografía se distinguen por sus objetos de estudio (el poder, los fenómenos demográficos). Y, según la visión tradicional, la economía englobaría todos aquellos ámbitos en que los seres humanos nos comportamos como máquinas de calcular, de acuerdo al paradigma del homo economicus, como pueden ser el mercado, el trabajo o la vida económica, mientras que la sociología aquellos otros ámbitos en que nos comportamos siguiendo pautas socialmente establecidas (roles), como la familia, la escuela o las instituciones. Pero lo cierto es que esta visión tradicional hace ya cerca de medio siglo que saltó por los aires. En la actualidad, el paradigma del homo economicus es dominante en todos los ámbitos del comportamiento humano… o casi. Pues, al fin y al cabo, buena parte de lo que se hace en ámbitos “económicos” como el márketing o la gestión, parte de lo que podrían considerarse “presupuestos sociológicos”.

¿A quién le importa la sociología? Lo importante, al fin y al cabo, es que tengamos teorías que nos permitan comprender adecuadamente lo que sucede en nuestras sociedades. Pero la reflexividad de las Ciencias Sociales las hace un tanto distintas de las naturales. Si una teoría física sobre el paso de un planeta es mala no permitirá predecir adecuadamente cuándo pasará éste. Pero las teorías sociales, en la medida en que han de lidiar, nos guste o no, con cuestiones acerca de cómo son (y han de ser) la sociedad, tienen también un componente performativo, y hasta cierto punto ideológico. ¿Cómo conciliar éste hecho con el carácter científico para que las Ciencias Sociales sigan siendo útiles? La economía de vulgata, tal y como hoy se enseña, parte del supuesto de que la competencia es algo natural. Volviendo al debate sobre si los seres humanos somos malos por naturaleza, o es la sociedad la causa de nuestros males, podríamos decir que los seres humanos tenemos instintos de amor e instintos de agresión, de competición y de cooperación, lo que Freud llamaba Eros y Tánatos. Es decir, es cierto que la competitividad es natural….pero también lo es la cooperación. Si los seres humanos no hubiéramos cooperado entre nosotros no habríamos sobrevivido como especie biológica, que al fin y al cabo también somos. Y, como ya planteara Freud, en “El malestar en la cultura”, la sociedad ha de ser capaz de encauzar adecuadamente las pasiones humanas, o se autodestruiría. Volviendo una vez más a la música, el videoclip de Despacito comienza con imágenes de la naturaleza, el mar batiendo con fuerza una costa, presumiblemente en Puerto Rico. Posteriormente muestra una imagen de la desigualdad social (un barrio humilde), y de cómo se relacionan distintos grupos humanos (a través del baile, en gran medida). ¿Es el comportamiento humano el resultado de nuestra naturaleza o está socialmente condicionado? Decía Peter Berger que “La más valiosa enseñanza de la sociología es ésta: las cosas, a menudo, no son lo que parecen”. Desde luego, esta enseñanza no es valiosa para quien quiera que el mundo siga siendo como es. Si algo es socialmente construido, podríamos socialmente hacer que fuera de otra forma, por lo que también sería posible un mundo en que las relaciones entre los seres humanos no estuvieran regidas por las normas que imperan actualmente, como por ejemplo la desigualdad, entre otras cuestiones, se trasluce a través del vídeo de “Despacito”.  Tampoco hay que caer en el optimismo ingenuo de pensar que porque el comportamiento humano está moldeado socialmente es completamente maleable, tristemente el siglo XX estuvo lleno de utopías que pretendieron hacer tábula rasa  de la naturaleza humana. Pero la sociología nos debería de importar, al menos a quienes queremos creer que este mundo, tal y como está ahora, no es perfecto, y que, por lo tanto, otro mundo es posible. Claro que, como ya lo decía Alaska, ¿a quién le importa lo que yo diga?


[1] “La gente me señala/Me apuntan con el dedo/Susurra a mis espaldas/Y a mi me importa un bledo/Que mas me da/Si soy distinta a ellos/No soy de nadie/No tengo dueño

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mi manchi (1949)

Sonrisas y abrazos. Teoría de la soltería.

De rotos y descosidos. Práctica (y teoría) de la soltería